Apenas cae una
gota agua sobre el centro semidesértico de Mali, pero en las alturas se
registran tormentas portentosas. Fueron probablemente las fuertes turbulencias
causadas por unas condiciones meteorológicas particularmente adversas las que
desencadenaron el accidente del vuelo AH 5017 de la compañía española Swift
Air, fletado por Air Algérie para cubrir la ruta entre Uagadugú (Burkina Faso)
y Argel (Argelia), que se estrelló la noche del jueves con 118 personas a
bordo, entre las que no hay ningún superviviente. A falta de lo que revele la
investigación –una de las dos 'cajas negras' ha sido ya
recuperada–, esta es la hipótesis que gana terreno en estos momentos, mientras
que la de un atentado terrorista ha quedado prácticamente descartada.
Los restos del avión, que quedó casi desintegrado por el
impacto, fueron localizados en la madrugada de ayer por un drone del ejército
francés –que envió enseguida un par de helicópteros a la zona para confirmarlo–
entre las ciudades de Gossi y Gao, una región semidesértica y arenosa donde
viven algunas comunidades nómadas. La concentración de los restos en un área
relativamente pequeña –nueve hectáreas (300 por 300 metros )– sugiere que
el avión se estrelló contra el suelo y no explotó en el aire, a diferencia del
aparato de Malaysia Airlines derribado en Ucrania por un misil, cuyos restos
quedaron esparcidos en un área de varias decenas de kilómetros.
La hipótesis de que el avión de Swift Air hubiera sido
también interceptado por un misil fue rápidamente descartada, pues los grupos
militares que operan en Mali no disponen –que se sepa– de tal armamento y
además los yihadistas están concentrados más al norte, junto a la frontera de
Argelia. La posibilidad de que alguien hubiera hecho explotar una bomba dentro
del avión parece asimismo alejarse. Las autoridades no han encontrado a ningún
sospechoso en la lista de pasajeros.
Sí se sabe, en cambio, que la noche del accidente las
condiciones meteorológicas eran muy malas y que el piloto de Swift Air anunció
–poco antes de perderse el contacto radiofónico– que iba a desviarse de su ruta
para evitar el centro de la tormenta.Algunos expertos apuntaban ayer que
probablemente el avión –un McDonnell Douglas 83, de 18 años de antigüedad– no
disponía de un radar lo bastante avanzado como para afinar suficientemente.
Las víctimas eran de 16 nacionalidades distintas –los seis
miembros de la tripulación eran españoles–, pero la mayoría, un total de 54,
eran franceses. Debido a esta circunstancia y al hecho de que el accidente se
produjera en Mali, un país donde hay estacionados 1.600 soldados franceses
movilizados en la lucha antiterrorista, Francia ha estado desde el primer
momento en primera línea. El presidente francés, François Hollande, decidió aplazar
un viaje oficial a las islas de La Réunion y Mayotte, en el Índico, y se
mantiene al frente de la respuesta gubernamental a la crisis.
Legalmente, Mali es el país responsable de la investigación,
pero las autoridades de Bamako ya han solicitado la asistencia técnica de
Francia, que ha enviado un equipo del Bureau d’Enquêtes et d’Analyses (BEA). El
lugar del accidente está vigilado por unos 200 militares: 120 soldados
franceses enviados desde Gao, 60 malienses y 40 holandeses de la fuerza
internacional Minusma.
"Oh, Señor, ayúdanos!”.
Los comentarios, doloridos, desgarrados, afluyen en busca de un
imposible consuelo a la página de homenaje creada por unos amigos en homenaje a
la familia Reynaud, residente en Chambery, desaparecida en el accidente del
avión de Swift Air estrellado el jueves en suelo maliense. Las sonrisas de
Franck, Laure y sus dos hijos, Nathan y Julia –junto a otros dos familiares–,
hablan de un tiempo feliz que se ha ido para siempre. Pero la tragedia, si se
ha de medir en número, es aún mayor, más honda. Porque no son cuatro, sino
diez, los miembros de la familia Reynaud que viajaban a bordo del MD83 entre
Uagadugú y Argel. Regresaban a Francia, tras acudir a una boda.
Franck, Laure, Nathan y Julia bno debían haber ido. De
hecho, estuvieron a punto de no hacerlo, pues Nathan, de 16 años, se había roto
una pierna y acababan de retirarle el yeso. ¿Pero cómo renunciar a semejante
viaje? Allí estaban también sus abuelos, Michel y Michèle, sus tios, Eric y
Estelle, y sus primos, Alexi y Zoé...
“Estoy totalmente abatido, es monstruoso, ¡toda una familia
borrada del mapa!, uno no se imagina que algo así pueda llegar a pasar”, se
exclamaba el alcalde de Gex (Ródano-Alpes), Patrice Dunand, donde vivían Eric y
Estelle Reynaud y sus dos hijos, a la edición digital del diario 'Le
Dauphiné Liberé'. Todos ellos eran muy deportistas y estaban muy
implicados en la vida asociativa local.
Los Reynaud no son los únicos que han sufrido una pérdida de
magnitud. En la región de Nantes (Loira), los Ouedraogo han tenido un destino
parecido. Siete miembros de esta familia franco-burkinesa han perdido asimismo
la vida en el accidente de Mali: un matrimonio con sus cuatro hijos y un
sobrino, que viajaban por segunda vez desde el año 2005 a su país de origen.
“Querían enseñar a sus hijos sus raíces”, contaba con los ojos enrojecidos el
hermano del padre de familia, Amadou Ouedraogo, quien se quejaba de la falta de
información. “Nuestra familia ha sido diezmada, es muy duro”, decía en
sollozos.
Francia ha enviado un equipo de la Gendarmería a Mali para
trabajar en la identificación de los cadáveres de las víctimas, lo que será
largo y difícil.
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