martes, 22 de julio de 2014

La sombra de Gaza sobre París...

La tragedia de Gaza amenaza con envenenar el clima social en Francia. Como sucediera a raíz de la Segunda Intifada, entre los años 2000 y 2005, el conflicto israelo-palestino podría acabar disparando la tensión entre las comunidades judía y musulmana en suelo francés. El domingo, en Sarcelles (periferia norte de París), una ciudad con una importante comunidad judía de origen sefardí, se produjeron fuertes disturbios tras una manifestación pro-palestina no autorizada. Grupos de extremistas quemaron coches, destrozaron mobiliario urbano, asaltaron comercios judíos y trataron de atentar contra dos sinagogas. La policía detuvo a 19 personas. “Lo sucedido en Sarcelles es intolerable (...) es simplemente antisemitismo, racismo”, denunció ayer el primer ministro, Manuel Valls, quien insistió en que el Estado no tolerará la 'importación' del conflicto a Francia.

En Sarcelles, conocida también como 'La pequeña Jerusalén' y de la que fue alcalde Dominique Strauss-Kahn, es donde se han producido hasta ahora los incidentes más violentos. Los vándalos, varios centenares de jóvenes de 'banlieue' presuntamente dirigidos o alentados por islamistas radicales, sembraron la destrucción durante cinco horas –uno de los comercios dañados, un colmado 'kasher' ya había sido objeto der un atentado antisemita en el 2012– y se enfrentaron a las fuerzas antidisturbios. La policía impidió que los alborotadores se acercaran a la sinagoga de la ciudad, interponiéndose entre estos y un grupo de la extremista Liga de Defensa Judía (LDF). La sinagoga de la población vecina de Garges-lès-Gonesse fue atacada con cócteles molotov, que sin embargo no llegaron a prender.

La comunidad judía de Sarcelles quedó muy impactada por lo sucedido. “Semejante desencadenamiento de odio y de violencia no se había visto nunca en Sarcelles –declaró el alcalde, el socialista François Pupponi–; hoy (por ayer) la gente está estupefacta, la comunidad judía tiene miedo”.

El día anterior, en París, otra manifestación pro-palestina asimismo prohibida por orden gubernativa degeneró en fuertes disturbios en el barrio de Barbès, donde grupos de jóvenes –al grito de “¡Muerte a Israel!”– se enfrentaron violentamente con la policía, con lanzamiento de piedras y de gases lacrimógenos. Ese mismo sábado hubo también manifestaciones –en este caso, autorizadas– en ciudades como Lyon, Marsella, Estrasburgo o Lille, sin que hubiera incidentes.

La controvertida decisión del Gobierno de prohibir las manifestaciones de París y Sarcelles –un hecho poco frecuente– fue debida a que ya había habido algunos incidentes cerca de una sinagoga parisina el 13 de julio. Pero a la vista de lo sucedido, no sólo no logró evitar nuevos incidentes, sino que posiblemente los exacerbó. La prohibición fue criticada por algunos políticos, como el ex ministro Bruno le Maire, candidato a presidir la UMP –“Cuestionar el principio constitucional de la libertad de manifestación no me parece una buena idea”, dijo–, o el vicepresidente del FN, Florian Philippot, para quien la prohibición es “la peor solución”. El diario Le Monde censuró al respecto con dureza en su editorial de portada la postura del presidente francés, François Hollande, y de su primer ministro, Manuel Valls, a quienes acusó de “jugar a los bomberos pirómanos”.

El ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, defendió la línea de firmeza: “No es la prohibición de las manifestaciones lo que genera violencia, es la violencia lo que genera la prohibición”, afirmó. Horas después, sin embargo, dio un giro a esta política y autorizó una nueva manifestación pro-palestina mañana miércoles en el centro de París.

La discusión sobre el papel del Gobierno frente a las manifestaciones pro-palestinas trasciende, sin embargo, la mera cuestión del orden público y se enmarca en un debate más amplio de carácter político. Una parte de la izquierda francesa, incluidos miembros del Partido Socialista, acusan a Hollande de haber roto con la tradición de equilibrio entre Israel y Palestina, perfectamente encarnada por el ex presidente Jacques Chirac, y decantarse demasiado del lado israelí. Para apoyar esta opinión citan un comunicado oficial del Elíseo al principio de la crisis en el que avalaba el derecho de Israel a defender a la población de los ataques de Hamas, sin cuestionar después la ofensiva terrestre en Gaza.


Llamamiento a la calma de los líderes religiosos

Los máximos representantes de los seis principales cultos religiosos seguidos en Francia –entre ellos, judíos y musulmanes– fueron recibidos ayer por el presidente Hollande en el Elíseo, con el fin de abordar las tensiones intercomunitarias del pasado fin de semana. A la salida de la reunión, el presidente del consistorio judío, Joël Mergui, y el rector de la Gran Mezquita de París, Dalil Boubakeur –presidente del Consejo del Culto Musulmán–, hicieron un llamamiento a la calma y a la tolerancia.











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