La tragedia de Gaza
amenaza con envenenar el clima social en Francia. Como sucediera a raíz de la
Segunda Intifada, entre los años 2000 y 2005, el conflicto israelo-palestino
podría acabar disparando la tensión entre las comunidades judía y musulmana en
suelo francés. El domingo, en Sarcelles (periferia norte de París), una ciudad
con una importante comunidad judía de origen sefardí, se produjeron fuertes
disturbios tras una manifestación pro-palestina no autorizada. Grupos de
extremistas quemaron coches, destrozaron mobiliario urbano, asaltaron comercios
judíos y trataron de atentar contra dos sinagogas. La policía detuvo a 19
personas. “Lo sucedido en Sarcelles es intolerable (...) es simplemente
antisemitismo, racismo”, denunció ayer el primer ministro, Manuel Valls, quien
insistió en que el Estado no tolerará la 'importación' del
conflicto a Francia.
En Sarcelles, conocida también como 'La pequeña
Jerusalén' y de la que fue alcalde Dominique Strauss-Kahn, es donde
se han producido hasta ahora los incidentes más violentos. Los vándalos, varios
centenares de jóvenes de 'banlieue' presuntamente
dirigidos o alentados por islamistas radicales, sembraron la destrucción
durante cinco horas –uno de los comercios dañados, un colmado 'kasher' ya había sido objeto der un atentado antisemita en el 2012– y se enfrentaron a
las fuerzas antidisturbios. La policía impidió que los alborotadores se
acercaran a la sinagoga de la ciudad, interponiéndose entre estos y un grupo de
la extremista Liga de Defensa Judía (LDF). La sinagoga de la población vecina
de Garges-lès-Gonesse fue atacada con cócteles molotov, que sin embargo no
llegaron a prender.
La comunidad judía de Sarcelles quedó muy impactada por lo
sucedido. “Semejante desencadenamiento de odio y de violencia no se había visto
nunca en Sarcelles –declaró el alcalde, el socialista François Pupponi–; hoy
(por ayer) la gente está estupefacta, la comunidad judía tiene miedo”.
El día anterior, en París, otra manifestación pro-palestina
asimismo prohibida por orden gubernativa degeneró en fuertes disturbios en el
barrio de Barbès, donde grupos de jóvenes –al grito de “¡Muerte a Israel!”– se
enfrentaron violentamente con la policía, con lanzamiento de piedras y de gases
lacrimógenos. Ese mismo sábado hubo también manifestaciones –en este caso,
autorizadas– en ciudades como Lyon, Marsella, Estrasburgo o Lille, sin que
hubiera incidentes.
La controvertida decisión del Gobierno de prohibir las
manifestaciones de París y Sarcelles –un hecho poco frecuente– fue debida a que
ya había habido algunos incidentes cerca de una sinagoga parisina el 13 de
julio. Pero a la vista de lo sucedido, no sólo no logró evitar nuevos
incidentes, sino que posiblemente los exacerbó. La prohibición fue criticada
por algunos políticos, como el ex ministro Bruno le Maire, candidato a presidir
la UMP –“Cuestionar el principio constitucional de la libertad de manifestación
no me parece una buena idea”, dijo–, o el vicepresidente del FN, Florian
Philippot, para quien la prohibición es “la peor solución”. El diario Le Monde censuró al respecto con dureza en su editorial
de portada la postura del presidente francés, François Hollande, y de su primer
ministro, Manuel Valls, a quienes acusó de “jugar a los bomberos pirómanos”.
El ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, defendió la
línea de firmeza: “No es la prohibición de las manifestaciones lo que genera
violencia, es la violencia lo que genera la prohibición”, afirmó. Horas
después, sin embargo, dio un giro a esta política y autorizó una nueva
manifestación pro-palestina mañana miércoles en el centro de París.
La discusión sobre el papel del Gobierno frente a las
manifestaciones pro-palestinas trasciende, sin embargo, la mera cuestión del
orden público y se enmarca en un debate más amplio de carácter político. Una
parte de la izquierda francesa, incluidos miembros del Partido Socialista,
acusan a Hollande de haber roto con la tradición de equilibrio entre Israel y
Palestina, perfectamente encarnada por el ex presidente Jacques Chirac, y
decantarse demasiado del lado israelí. Para apoyar esta opinión citan un
comunicado oficial del Elíseo al principio de la crisis en el que avalaba el
derecho de Israel a defender a la población de los ataques de Hamas, sin
cuestionar después la ofensiva terrestre en Gaza.
Llamamiento a la calma de los líderes religiosos
Los máximos representantes de los seis principales cultos
religiosos seguidos en Francia –entre ellos, judíos y musulmanes– fueron
recibidos ayer por el presidente Hollande en el Elíseo, con el fin de abordar
las tensiones intercomunitarias del pasado fin de semana. A la salida de la
reunión, el presidente del consistorio judío, Joël Mergui, y el rector de la
Gran Mezquita de París, Dalil Boubakeur –presidente del Consejo del Culto
Musulmán–, hicieron un llamamiento a la calma y a la tolerancia.
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