“La recuperación
está ahí”, aseguró François Hollande con toda la convicción de que es capaz en
la tradicional entrevista televisiva emitida desde los jardines del Elíseo con
motivo de la fiesta nacional del 14 de Julio, una cita que el presidente
francés –con una popularidad bajo mínimos– sólo ha tardado un año en recuperar
pese a haber prometido lo contrario. “La recuperación está ahí”, dijo en un
intento desesperado de devolver la confianza a un país sumido en el pesimismo.
Voluntarioso, Hollande hizo gala de su inveterado optimismo
y sólo le faltó hablar de “brotes verdes”, pero los escasos argumentos que puso
sobre la mesa difícilmente harán mella en una Francia escéptica. El presidente
francés, sin aportar las cifras, citó la recuperación de la producción
industrial –que ciertamente aumentó un 2,6% en abril, pero que en mayo volvió a
retroceder un 1,1%, según los últimos datos del Instituto Nacional de
Estadística y Estudios Económicos (Insee)–, del consumo –un tímido repunte del
0,5% en mayo– y de los contratos. Y añadió que las previsiones de la evolución
económica en el segundo semestre del año –un aumento del PIB del 0,2%, según el
Ministerio de Economía– son mejores que las del primero. Magros y frágiles
indicadores, sin embargo, para poder lanzar las campanas al vuelo.
Hollande insistió de nuevo en su compromiso de “invertir la
curva del paro” –situado actualmente en el 10,7% de la población activa– a
finales de año. Si lo consigue será, sin embargo, gracias a la masiva puesta en
marcha de los denominados “contratos de futuro” –100.000 en los próximos seis
meses–, dirigidos a jóvenes sin cualificación y subvencionados por el Estado.
Un medio de facilitar la integración laboral de estos jóvenes pero que representa
poco más que un parche.
Hollande no planteó nuevas medidas contra la crisis,
convencido como está de que las ya adoptadas darán resultado a medio plazo –“La
política no es magia, es una voluntad, una estrategia, una coherencia”,
subrayó–, y consideró que lo más importante para salir de la crisis es
“recobrar la confianza”. En este sentido, se declaró determinado a combatir el
“pesimismo” crónico que desde hace años atenaza a Francia y que juzgó del todo
injustificado.
Ciertamente, un país cuyos ciudadanos son más pesimistas no
ya que el resto de los europeos sino incluso que los afganos –según un estudio
de BVA y Gallup International– presenta una anomalía profunda. Pero el
optimismo bonachón de Hollande no parece que pueda vencer su enraizada
desconfianza: sólo el 23% de sus conciudadanos, según un sondeo del instituto
Opinion Way, confían en el presidente.
“Lo de que la recuperación está ahí debe ser efecto del
sol”, ironizó el senador ecologista Jean-Vincent Placé, mostrando hasta qué
punto la incredulidad mina las filas de la propia mayoría presidencial. Si los
aliados de los socialistas no se dejaron convencer, menos lo hizo la oposición.
Diversas figuras de la UMP acusaron a Hollande de negar la realidad y de ser un
“incompetente”.
Junto al mensaje de optimismo, el presidente francés también
expuso algunos de los platos más ingratos del menú del año que viene: recorte
del gasto público, nuevo aumento de impuestos –“sólo si es absolutamente
indispensable, en lo ideal lo menos posible”, dijo– y reforma de las pensiones
en el sentido de alargar el periodo de cotización exigido. Muy difícil, con
semejante perspectiva, remontar la alegría de los franceses y cambiar la negra
percepción de algunos de ellos, como Philippe: “Después de España, ahora nos
toca nosotros”.
Honor para los africanos
Un sol radiante iluminó ayer las celebraciones de la fiesta
nacional francesa, desmintiendo la maldición de la lluvia que se asocia a
François Hollande desde el 14 de Julio del año pasado. Los Campos Elíseos
presentaron sus mejores galas para el tradicional desfile militar, en el que participaron
4.823 personas y 265 vehículos, además de aviones y helicópteros. Este año, los
países africanos comprometidos en la intervención militar en Mali contra los
grupos armados yihadistas figuraban en lugar destacado. En el desfile
participaron, junto a un destacamento de las unidades francesas comprometidas
en la intervención, una compañía de soldados malienses y otra del contingente
africano enviado por decisión de la ONU. El secretario general de Naciones
Unidas, Ban Ki-Moon; el presidente interino de Mali, Dioncounda Traoré, los
ministros de Defensa de 13 países africanos y el presidente de Croacia, Ivo
Josipovic, fueron los invitados de honor.
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