domingo, 14 de julio de 2013

El misterio de la mordaza de hierro

Una mordaza de hierro que servía para fijar un cambio de agujas situado a 200 metros de la entrada de la estación parece estar detrás del grave accidente ferroviario ocurrido el viernes en la ciudad francesa de Bretigny-sur-Orge (Essonne), al sur de París, que causó la muerte de seis personas y heridas a varias decenas. Veintidós heridos seguían ayer hospitalizados, dos de ellos muy graves.

Por motivos que todavía se desconocen, la mordaza de sujeción se soltó y acabó en medio del cambio de agujas, lo que provocó el descarrilamiento de la mitad del convoy. Las tres investigaciones en marcha –de la justicia, de la SNCF y del Ministerio de Transportes– deberán dilucidar la causa de este fallo, sobre el que no se descarta ninguna hipótesis.

El presidente de la SNCF, Guillaume Pépy, apuntó tres posibilidades: un defecto de la mordaza, un problema de mantenimiento o un acto de sabotaje, una idea esta última que también apuntó el presidente de la región de Île-de-France, Jean-Paul Huchon, pero que el ministro del Interior consideró “prematura”. Manuel Valls dijo “no tener la sensación” de que el accidente fuera debido a un acto malintencionado. De entrada, la compañía ferroviaria anunció una revisión urgente de las 5.000 piezas similares a la citada que existen en toda la red.

La mordaza en cuestión, de medio metro de largo y diez kilos de peso, está normalmente fijada a los raíles por cuatro gruesos tornillos. ¿Es concebible que se aflojaran los cuatro tornillos a la vez? Ésta es la principal incógnita que abonaría la hipótesis de un acto de sabotaje. El cambio de agujas implicado en el accidente fue revisado, según la SNCF, el pasado 4 de julio, sin que aparentemente se observara ninguna anomalía. Media hora antes de que descarrilara el Intercités nº 3657 París-Limoges otro tren similar pasó por el mismo lugar sin problema...

En todo caso, la mordaza –mal fijada, sea por la razón que sea– parece haber acabado de saltar al paso del tren siniestrado, que llegó a la estación –donde no tenía parada– a 137 kilómetros por hora, una velocidad elevada pero por debajo de los (150 kilómetros por hora autorizados. La locomotora y los tres primeros vagones pasaron sin problema, pero el cuarto descarriló y arrastró tras de sí a los otros tres coches de cola. La pieza, al parecer, cayó justo en el corazón del cambio de agujas, donde se produce la intersección. En su desenfrenada carrera, la mitad trasera del tren saltó a otra vía, arrasando a su paso parte de uno de los andenes de la estación. Dos de las víctimas se encontraban, al parecer, esperando allí el paso del tren RER. 

La rápida reacción del conductor, que dio inmediatamente la alarma, evitó por segundos que un tren que venía en sentido contrario chocara contra estos vagones.

El accidente ha suscitado un intenso debate sobre el estado de la red ferroviaria y las deficiencias de su mantenimiento, presupuestariamente sacrificado –hasta ahora– en aras de las inversiones en líneas de alta velocidad. Justamente, el Gobierno francés anunció esta semana una nueva orientación de las inversiones ferroviarias que supone un radical frenazo a la extensión del TGV. 



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