François
Hollande se hizo el ofendido cuando las revelaciones del ex agente de la
Agencia Nacional de Seguridad (NSA) norteamericana Edward Snowden expusieron a
la luz pública el espionaje masivo realizado por Estados Unidos en todo el mundo,
sus aliados incluidos. El presidente francés llegó a amagar de forma oblicua
con suspender el inicio de las negociaciones entre EE.UU. y la Unión Europea
para un tratado de libre-cambio –aunque simbólicamente, sólo por quince días–
si no obtenía garantías del cese de tales prácticas. Pero detrás de las
palabras, Francia hace poco más o menos lo mismo.
La Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE)
–contraespionaje francés–, al igual que la NSA, espía de forma masiva las
comunicaciones electromagnéticas de los franceses, así en el interior del país
como con el exterior. Así lo reveló ayer el diario Le
Monde, que citando fuentes de los servicios secretos asegura que la
DGSE recolecta y almacena –de forma incontrolada y sin cobertura legal– todos
los datos de conexión realizados a través de ordenador y teléfonos móviles,
esto es, registros de llamadas telefónicas, mensajes de texto (SMS), correos
electrónicos y conexiones a Facebook y Twiter.
En principio, no son tanto los contenidos lo que se espía
–algo que puede hacerse en un segundo momento, de forma más específica–, sino
los llamados “metadatos” de carácter técnico. Dicho de otro modo: quién conecta
con quién, con qué frecuencia, en qué momento preciso, desde dónde, durante
cuánto tiempo y si se produce un intercambio significativo de datos, así como
–eventualmente– el tema de los mails. La navegación por internet a través de
Apple, Microsoft, Google o Yahoo también está controlada.
La DGSE cuenta con una veintena de estaciones de escucha repartidas
por el territorio –una de las más importantes de los cuales está en Domme
(Dordogne)– y almacena todos estos datos en un supeordenador situado en el
subsuelo de su sede del bulevar Mortier, en el este de París. Los datos en
manos del contraespionaje francés son facilitados asimismo al resto de agencias
de seguridad del Estado, desde la Dirección Central de Información Interior
(DCRI) hasta los servicios de información militares. Según el vespertino, la
información controlada sobrepasa ampliamente el terreno de la lucha
antiterrorista.
La existencia de este sistema de escuchas electrónicas,
bautizado de manera informal French Echelon, ya había
sido evocada con anterioridad, pero siempre en el contexto de la acción
exterior de los servicios secretos. Según Le Monde, en
cambio, sus grandes orejas están dirigidas también hacia el interior. La
actividad de este Big Brother a la francesa no está
sometida a ningún control parlamentario y, si bien las escuchas están reguladas
y sometidas a autorización gubernamental previa –por parte de los servicios del
primer ministro–, no sucede lo mismo con el almacenamiento y uso de estos
datos.
No es esta actividad, sin embargo, la única que Francia
tiene en común con Estados Unidos. Los franceses, más allá de sus protestas
oficiales, también espían a sus aliados. Así lo confirma en una entrevista
complementaria el eurodiputado de la UMP Arnaud Danjean, presidente de la
subcomisión de seguridad y defensa del Parlamento Europeo y él mismo ex agente
de la DGSE. “Hacerse el sorprendido (porque Estados Unidos ha espiado a la
Unión Europea) es de una desconcertante ingenuidad. Este espionaje existe desde
siempre. Todos los servicios de información occidentales se espían”, afirma.
En este contexto, el Gobierno francés rechazó ayer
oficialmente la petición de asilo presentada por el ex agente norteamericano
Edward Snowden, atrapado en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, a
través de la embajada rusa. En un lacónico comunicado, el ministro del
Interior, Manuel Valls, justificó la decisión por razones jurídicas y por “la
situación del interesado”.
Sarkozy dimite del Consejo Constitucional
Ataque de cólera o gesto calculado, Nicolas Sarkozy anunció
ayer su inmediata dimisión como miembro del Consejo Constitucional, después de
que este órgano confirmara el rechazo a las cuentas de la campaña del ex
presidente en las elecciones del 2012 por exceder el límite del gasto. La
decisión –en la que Sarkozy y los demás ex presidentes, Valéry Giscard
d’Estaing y Jacques Chirac, no participaron– pone en muy serias dificultades a
su partido, pues por esta causa dejará de percibir unos 10 millones de euros de
financiación pública. Sarkozy consideró la decisión un atentado contra la
función de la oposición y la democracia. Y anunció que, con su renuncia,
recupera su “libertad de palabra”. La dimisión, en caso de que pueda
formalizarla –como ex presidente es miembro nato del Consejo–, le abre el
camino a preparar de forma abierta su retorno a la política, lo que hasta ahora
hacía en bambalinas.
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