Cuando François
Mitterrand fue elegido presidente de la República, en 1981, dejó todos los
otros cargos políticos que ejercía. Pero hasta entonces, como ha sido tradición
en la política francesa, acumuló todos los que pudo. Diputado, senador, varias
veces ministro... durante treinta y dos años –desde 1949–, el líder socialista
retuvo asimismo solapadamente otras dos funciones políticas de ámbito local:
alcalde de Château-Chinon y miembro –y luego presidente– del Consejo General
del departamento del Nièvre. No era el primero, ni ha sido el único...
Una de las particularidades –si no anomalías– de la política
francesa ha sido hasta ahora la absoluta imbricación de la política local y la
política parlamentaria. Sus señorías, así diputados como senadores, llevan
permanentemente sobre la cabeza varias gorras. Sólo una minoría de los
parlamentarios –109 de 577 diputados (el 19%) y 84 de 348 senadores (el 24%)–
se conforman en Francia con ejercer exclusivamente su mandato nacional. Todos
los demás son lo que la jerga política ha designado como cumulards (pluriempleados), que combinan esta función
con otras en la administración local, departamental o regional.
La figura
totémica del sistema francés –favorecido por el sistema electoral mayoritario,
basado en pequeñas circunscripciones– es la del deputé-maire (diputado-alcalde). Hoy hay 224 en la
cámara baja y 121 en la alta, a pesar de las tímidas limitaciones que
históricamente –en 1982 y en el 2000– se habían ido poniendo.
Esta dualidad –cuando no es una auténtica multiplicidad– es
defendida por algunos de sus acérrimos partidarios con el argumento de que, de
este modo, la representación nacional tiene un verdadero anclaje en el
territorio. Pero lo cierto es que esta situación está en el origen de ciertas
disfunciones, empezando por la baja dedicación de sus señorías, que sólo acuden
al palacio Bourbon o al palacio de Luxemburgo dos días y medio a la semana (de
ahí que algunas sesiones acaben de madrugada), y siguiendo por la intrusión de
los intereses locales en los debates.
La pervivencia de esta “excepción francesa”, sin embargo,
tiene fecha de caducidad: a partir de marzo del 2017 –después, por tanto, de
las elecciones municipales del año que viene pero antes de las próximas
elecciones legislativas– nadie podrá ser diputado, senador o eurodiputado y ser
a la vez alcalde, alcalde adjunto o de distrito, presidente de una entidad
supramunicipal, de un departamento, de una región o de un consejo de gobierno
en Ultramar. Quien incurra en esta incompatibilidad deberá decidir qué cargo
conserva y que cargo abandona en el plazo de treinta días. Y si no se decide,
deberá dejar la función más antigua.
Así lo prevé la ley de prohibición de la acumulación de
mandatos –prometida por el presidente François Hollande en su campaña
electoral– aprobada el martes por la Asamblea Nacional. El texto salió adelante
por 300 votos a favor, 228 en contra y 25 abstenciones, y a la vuelta del
verano pasará al Senado, donde la resistencia podría ser mucho mayor.
Los adversarios de la medida no tienen únicamente razones
políticas, sino también económicas. Aún con las restricciones impuestas en
1992, los pluriempleados pueden también sacarse un sobresueldo, que no puede
exceder el 50% de su salario como diputado. Pero poder sumar 2.757 euros a los
5.514 de base no es poco.
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