La mirada del periodista Hervé Ghesquière, risueña y juguetona cuando pisó la pista del aeropuerto militar de Villacoublay, al sur de París, tras aterrizar junto a su colega Stéphane Taponier procedente de Afganistán –donde el día anterior habían sido liberados tras 18 meses como rehenes de los talibanes–, se tornó cerrada y sombría cuando tomó el micrófono en la sede de France Télévisions, donde cientos de sus compañeros les brindaron una calurosa bienvenida. Cuestionados por su supuesta imprudencia al aventurarse sin escolta en zona peligrosa, el reportero de France 3 salió en defensa de su profesionalidad.
“No asumimos riesgos irreflexivos como se ha dicho, tomamos los mínimos riesgos posibles. Sabíamos pertinentemente adónde íbamos, no nos fuimos a la aventurilla, estábamos bien preparados”, afirmó tajante Ghesquière, quien ante la aquiescencia de su circunspecto compañero se permitió una pequeña broma: “No fuimos a afrontar la cara norte del Everest en chanclas”. Sus ojos, sin embargo, no reían. Ghesquière negó asimismo haber recibido advertencias de los militares franceses para que no se aventuraran solos en territorio hostil. “Es absolutamente falso, nadie nos dijo nada”, aseguró. El entonces jefe del Estado Mayor de los Ejércitos, Jean-Louis Georgelin, aseguró en 2010 que habían advertido a los dos periodistas del riesgo que corrían y recordó el coste humano y económico que debía asumir el ejército para lograr su liberación. El presidente Nicolas Sarkozy, quien ayer les recibió en Villacoublay junto a su esposa, Carla, criticó en privado su “imprudencia”.
No hacía falta, sin embargo, que nadie les advirtiera del peligro, lo conocían perfectamente. “No tuvimos suerte”, alegó ayer Ghesquière. Tras haber seguido a las tropas francesas desplegadas en la zona, los dos reporteros –ambos, de 48 años– se propusieron comprobar quién tenía realmente el control de la carretera conocida bajo el nombre de eje Vermont, una vía estratégica entre el norte y el sur del país. “Fuimos vendidos en un control, infiltrados por un informador talibán, e interceptados 20 kilómetros más lejos”, explicó. Era el 29 de diciembre del 2009 y los dos periodistas fueron capturados junto a sus tres acompañantes.
Los dos reporteros, delgados pero en buen estado de salud, explicaron algunos detalles de su cautiverio, durante el que estuvieron separados entre el 13 de abril y el 13 de diciembre de 2010. Encerrados en un cuarto de 10 metros cuadrados , con un ventanuco tapado, sólo podían salir quince minutos al día, al alba y al anochecer, para hacer sus necesidades. Los dos se propusieron realizar ejercicio físico de forma regular y pautar sus jormadas. “Los días eran largos, a veces cortos, pero siempre terribles” dijo Taponier, más reservado que su compañero. La comida era mala y monótona, pero nunca fueron maltratados, golpeados ni maniatados. Su único privilegio –¡y no fue poco!– fue poder tener una radio y escuchar, cada jueves, los mensajes que les eran enviados a través de France Inter. Ghesquière escribió un diario de 500 folios, aunque le fue requisado en el momento de la liberación.
Lejos de estar arrepentidos, o atemorizados, ambos reafirmaron la necesidad de su trabajo. Dirigiéndose a su mujer, Ghesquière, pronunció una declaración de fe: “Béatrice, cierra las orejas... Tengo ganas de hacer este oficio, si cabe, más que nunca”.
Liberación de talibanes
Los talibanes aseguraron ayer en un comunicado que varios de sus “comandantes”, presos en Kabul, han sido liberados como contrapartida por la entrega de los dos periodistas franceses. El comunicado no alude a ningún rescate económico, que el Gobierno francés ha negado. Pero fuentes conocedoras de la negociación hablan del pago de varios millones.
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