“Hay que saber acabar una guerra”, dijo el presidente francés, quien había anunciado ya la retirada parcial de las tropas francesas el pasado 23 de junio, horas después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hiciera lo propio. En Francia, ninguno de los grandes partidos cuestiona la intervención militar decidida tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero después de diez años de guerra la impresión generalizada es que Afganistán se ha convertido en un cenagal para las fuerzas internacionales.
La breve incursión de Sarkozy en Afganistán –la tercera desde que fue elegido presidente- se produjo al día siguiente de la muerte accidental de un soldado francés, que eleva a 64 el número de víctimas mortales entre los militares galos desplegados en aquel país. Tras visitar a las tropas, el presidente francés se entrevistó con el comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN, el general estadounidense David Petraeus, y con el presidente afgano, Hamid Karzai. “Francia nunca ha tenido la intención de mantener fuerzas en Afganistán indefinidamente”, remarcó Sarkozy.
Similares palabras utilizó el primer ministro francés, François Fillon, al dirigirse ayer tarde al Parlamento para pedir su apoyo a la prolongación de la misión armada en Libia, un paso ineludible una vez que la operación ha superado el plazo de cuatro meses. “El uso de la fuerza no es un fin en sí mismo”, aseguró el jefe del Gobierno, quien justificó la intervención para salvar a la población civil de una masacre –“Recordemos Srebrenica”, dijo- y se pronunció por una salida política al conflicto.
París, que mantiene contactos indirectos con Trípoli, considera que la única solución posible en Libia debe pasar por la renuncia del coronel Muamar el Gadafi al poder, para lo cual es esencial mantener la presión militar. El primer ministro libio, Baghdadi al-Mahmoudi, se manifestó ayer en una entrevista en Le Figaro dispuesto a abrir negociones sin condiciones previas y sin la participación de Gadafi.
El Parlamento respaldó la intervención militar en Libia de forma abrumadora por un resultado de 482 votos a favor –sumados los de la UMP, Partido Socialista, centristas y ecologistas- por sólo 27 en contra –los comunistas y algún diputado díscolo, como el socialista Henri Emmanuelli.
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