ENTREVISTA a Sophie Marceau, actriz
Magazine de La Vanguardia (03/08/2014)
Sophie Marceau recibe al Magazine en el Café de l’Alma, no lejos de la
torre Eiffel. Es un establecimiento típicamente parisino, elegante y discreto.
Como ella. Se nota que la actriz es una cliente habitual. Su presencia no
despierta ninguna atención particular ni altera el ritmo del local, cuya
tranquilidad se ve no obstante seriamente perturbada por las cercanas obras de
la futura iglesia ortodoxa rusa de París, cara a Vladimir Putin. La actriz más
popular de Francia, elegida “Parisina del año 2014” por los lectores de ‘Le
Figaro’, acaba de estrenar en España “Reencontrar el amor”. Realizada por Lisa
Azuelos, que ya la dirigió en “LOL”, y coprotagonizada por François Cluzet –el
inolvidable tetrapléjico de “Intocable”-, el filme aborda el inesperado
encuentro y fulgurante enamoramiento de un hombre y una mujer en la cuarentena
–casado, él, recién divorciada, ella-, enfrentados al desafío de la
infidelidad.
Una historia mil veces contada en la literatura y en el
cine. Y que seguirá siendo contada, incansablemente, obstinadamente, mientras
la vida de hombres y mujeres siga bailando al son de los caprichos del corazón.
Todo el interés reside, pues, en cómo se escribe, en cómo se explica. “Cuando
leí el guión, me pareció que trataba el tema de un modo diferente, eficaz y
justo –argumenta la actriz-, la historia se mantiene siempre en el filo entre
la fantasía y la realidad. Encontré que era una bella alegoría del amor”.
Mientras habla, Sophie Marceau mueve expresivamente las
manos, unas manos largas y delgadas, que tiende con firmeza en el momento de
saludar. De cerca, es como en la pantalla. No hay engaño ni artificio en esta
espléndida mujer de 47 años cuya mirada. intensa e inteligente, parece
escudriñar en el interior de su interlocutor y cuya voz , ligeramente ronca,
envuelve como una tela de araña.
La película de Lisa Azuelos, que escribió el guión pensando
en Sophie Marceau –su actriz “fetiche”, según propia confesión- y que se
reservó el papel de esposa de François Cluzet, juega constantemente con la
realidad y la fantasía, mezclando lo que los personajes realmente hacen con lo
que imaginan, sueñan o temen, a medida que la tela del amor se va tejiendo a su
alrededor. La realizadora ha querido superponer en su relato diferentes
dimensiones, partiendo de la convicción de que –como explica la física
cuántica- la realidad es multidimensional y está compuesta de universos
paralelos. No porque sí la versión inglesa de la película se titula “Quantum of
love”… “En el amor estamos también ante una dimensión cuántica. El amor no es
tangible, pero nos atraviesa. Yo creo en la dimensión cuántica de todo. Un día
podremos estar aquí y en otro lado en el mismo instante”, se adhiere Marceau.
-¿Quiere decir que algún día se podrá amar a dos mujeres (o
a dos hombres) a la vez sin estar loco, como dice el bolero?
-Eso será posible cuando podamos estar aquí y en otro lado
al mismo tiempo… ¡Jajaja!
-Mientras tanto, es una ecuación irresoluble…
-Lo es porque nos movemos en el mundo físico. Y cuando las
cosas devienen físicas, devienen también morales, estructurales, societales,
graves… El mundo físico en el que todavía estamos hoy es un mundo cojo,
incompleto. Estamos entre dos mundos.
Entre dos mundos se encuentra, en efecto, el protagonista
masculino de la película interpretado por François Cluzet. Abogado penalista de
éxito, Pierre es un hombre felizmente casado desde hace quince años con una
anticuaria, con la que tiene dos hijos. Es un profesional reconocido, un marido
satisfecho, un padre realizado. Todo le sonríe, nada le falta. O eso cree.
Porque toda su seguridad se derrumba el día en que por azar –o por el destino-
conoce a Elsa, una escritora recién divorciada con tres hijos adolescentes…
Reacia a liarse con un hombre casado, el personaje encarnado por Sophie Marceau
tiene al principio tantas reticencias como su ‘partenaire’, determinado a no
desviarse del camino correcto. “Yo amo a mi mujer y soy fiel”, espeta a las
primeras de cambio a modo de solemne declaración. A modo de escudo protector,
también.
Porque en el instante mismo en que pronuncia estas palabras
sabe que la atracción que siente por Elsa le arrastra irresistiblemente en
sentido contrario. Como a un adolescente. Lisa Azuelos explicaba que para
filmar una escena de la película pidió a los dos actores que se comportaran
como si tuvieran 15 años… ¿No es siempre así en el amor, se tenga la edad que
se tenga? “Sí, así es, porque es en la primera vez en la que es más fuerte el
momento amoroso –comenta la actriz-. Es como todas las primeras veces, es
particular. También en el dolor, ¿eh?, en toda la complejidad del sentimiento
amoroso”.
-El amor siempre va acompañado de dolor de alguna forma…
-Hay siempre dolor en el amor. En el amor hay mucho de todo.
Mucho deseo, mucho placer… y mucho dolor también.
-¿Y miedo?
-El miedo es el sentimiento más primitivo de todos, es muy
animal, es muy difícil tomar conciencia de él y controlarlo. No es un buen
sentimiento. El miedo puede inmovilizar.
No parece ser el miedo, sin embargo, el que frena a Pierre
en la película, sino más bien sus convicciones morales. “Hay mucha moral, mucha cultura, en todo esto
–prosigue Marceau-. En nuestro comportamiento influye dónde hemos nacido, la
educación que hemos recibido, cómo nos hemos construido a nosotros mismos. Las
sociedades han sido más severas y restrictivas en el pasado, hoy las cosas han
evolucionado.”
-Restrictivas y severas han sido y son sobre todo con las
mujeres…
-¡Desde siempre! El pueblo que ha sido más martirizado en la
historia de todos los tiempos son las mujeres. Y todavía lo son. Las cosas,
como en todo, han evolucionado también en este caso. Hoy las mujeres votan,
trabajan, ganan dinero, además de todo el resto (ser madres y ocuparse del
hogar). Pero más nuestras sociedades serán tolerantes, más se van a endurecer
las cosas en otros lados en nombre de los valores de antes.
¿Dónde empieza realmente la infidelidad? ¿En qué momento se
traspasa la línea que no debe ser traspasada? “La infidelidad es tanto física
como mental, estamos hechos de las dos cosas -subraya Marceau-. Cuando uno se
enamora, cuando uno no sólo siente deseo de hacer el amor con la otra persona,
que también, sino de estar en su compañía, de hablar con ella, a partir del
momento en que se convierte en una obsesión, ya hay infidelidad”. “Después
–prosigue- está la etapa física, que los dos personajes de la película no
quieren traspasar pensando que de este modo sólo habrán sido medianamente
infieles. Medianamente es menos que enteramente, es un término medio…”.
Sophie Marceau no parece una mujer de compromisos ni de
medias tintas. En su vida personal no ha dudado –o no ha dudado más que
cualquier otro- a la hora de poner fin a una relación sentimental y empezar una
nueva historia. “Si alguien deja a su mujer es porque no es feliz con ella, si
alguien deja a su marido es porque no es feliz con él”, reflexiona en voz alta.
¿No es posible ser feliz en su pareja y sin embargo enamorarse de otra persona,
como Pierre? “Todo puede pasar. En amor todo puede pasar…”.
La actriz ha tenido, que se sepa, tres hombres importantes
en su vida: el realizador polaco Andrzej Zulawski, con quien estuvo casada
entre 1984 y el 2001, y con el que tuvo un hijo, Vincent, que hoy tiene 19
años; el productor norteamericano Jim Lemley, a quien conoció en 1999 en el
rodaje de la película de la serie de James Bond “El mundo nunca es suficiente”,
con quien estuvo unida entre el 2000 y el 2007, y del que tuvo otra hija,
Juliette, hoy de 12 años, y el actor francés Christophe Lambert, a quien
conoció en el 2007 durante el rodaje de su segundo largometraje como directora,
“La desaparecida de Deauville”, y con quien acaba de romper. Cuatro días
después del encuentro en el Café de l’Alma, la secretaria de Sophie Marceau
comunicó oficialmente a la agencia France Presse la “separación amistosa” de la
pareja.
“Existe una moralidad social, de grupo. Pero creo que
individualmente tenemos derecho a nuestra propia moralidad personal. Y el
sentimiento del amor puede empujarte a hacer cosas que van en contra de tu
cultura y de tu educación”, reflexionaba en aquel momento. “Hay que buscar la
armonía, tratar de encontrar lo justo –decía-. Hay que dar una oportunidad a
las cosas, hay que pensar en los demás, pero también confiar en nosotros
mismos. Sin modelos, nos da miedo quedarnos solos con nosotros mismos, tememos decirnos que en el fondo somos un
personaje horrible que va a hacer lo peor… Pienso que si nos dejamos siempre un
espacio de libertad de pensamiento, evitaremos la frustración. Tenemos que
confiar en nosotros mismos, en nuestro juicio”.
La película de Lisa Azuelos, cuyo título original en francés
es “Une rencontre” (Un encuentro), aborda la cuestión del azar, en el que la
realizadora a todas luces no cree. O quiere no creer. “El azar es cuando Dios
quiere mantener el anonimato”, dijo una vez Albert Einstein, una cita que es
reproducida en el filme. “Yo tampoco creo en el azar”, declara Marceau: “Creo
que el amor, el encuentro con una persona, viene de la necesidad. Creo que hay
una predisposición, una orientación, una disponibilidad… que inconscientemente
ponemos en evidencia y que nos convierte en receptivos hacia lo que estamos
buscando. Pero es muy inconsciente. Cuando nuestra sed de amor necesita
expresarse, nosotros mismos vamos a desencadenar el azar, el encuentro…”.
Para no creer en el azar, la entrada de Sophie Marceau en el
cine no pudo ser más azarosa. Nacida en una familia modesta de Gentilly, en la
“banlieue comunista” de París –como a ella misma le gusta subrayar-, hija de un
camionero y una dependienta que se divorciaron cuado ella tenia nueve años, la
futura actriz pronto quiso ser independiente y ganarse la vida por sí misma. No
soñaba con el cine, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, cuando, con
12 años, se inscribió en una agencia de modelos infantiles. “Trabajaban sobre
todo con bebés, yo ya era demasiado vieja”, se sonríe… Cinco meses después la
llamaron por primera vez para pasar un casting –“Nunca había oído semejante
palabra, no sabía ni lo que quería decir”, admite-, al que se presentó y del
salió con el papel protagonista de la película “La Boum” (1980), la historia de
los amoríos de una adolescente que la lanzó definitivamente a la fama.
Tras ese primer y precoz éxito, cuya secuela – “La Boum 2”-
le valió en 1983 el César a la mejor esperanza femenina, Sophie Marceau empezó
a encadenar trabajos y se acabó convirtiendo en una estrella. No sólo en
Francia, sino también en el resto del mundo, en China particularmente. Su fama
internacional la debe a sus esporádicas incursiones en el cine de Hollywood,
que empezó en 1995 con su participación en “Braveheart”, junto a Mel Gibson. En
estos treinta y cuatro años de carrera Marceau ha rodado más de cuarenta filmes
y ha realizado dos largometrajes –“El alba al revés” y “La desaparecida de
Deauville”-, además de intervenir en algunas obras de teatro. Pero lo de ser
actriz, nunca ha llegado a sentirlo como una vocación. “Nunca verdaderamente
–confiesa-. Me gusta actuar, me gusta este trabajo, me ha permitido desarrollarme.
Pero después de tanto tiempo, no sé, es un oficio complicado… Lo cierto es que
yo me cuestiono constantemente”.
Sophie Marceau, como los dos protagonistas de la película,
está en esa edad en la que a veces hombres y mujeres se interrogan sobre su
vida y se plantean acaso un nuevo comienzo. Esa necesidad de cambiar también la
siente la actriz francesa. “Sí, totalmente. Yo me mudo constantemente, me he
mudado dos veces en dos años… Siento necesidad de aligerarme, de no vivir en el
pasado. Es algo que no he hecho nunca. Y así sigo. Debemos vivir el momento
presente”. Su mirada se detiene por unos instantes en un lugar impreciso y
calla. “Ha pasado una buena parte de la vida, ¿eh? –añade-. Pero en realidad
sólo estamos en la mitad. Tenemos el máximo de energía y de conocimiento,
tenemos las cosas un poco arregladas, para empezar la segunda parte”.