El fundador y la presidenta del Frente Nacional (FN), Jean-Marie y Marine Le Pen, que tienen previsto realizar hoy su anual homenaje a la santa, reaccionaron vivamente al asalto, acusando al presidente francés de “correr detrás del Frente Nacional”. Entiéndase, de robarle la cartera. “Yo tengo convicciones más fuertes, tengo un corazón más puro y piernas más largas, y le será muy difícil atraparme”, ironizó Marine Le Pen. “Juana de Arco no pertenece a ningún partido, a ninguna facción, a ningún clan”, replicó Sarkozy desde Vaucouleurs, ciudad de la que partió la joven en 1429 en busca del rey Carlos VII para movilizar la resistencia francesa frente a los ingleses.
La reelección de Sarkozy, en estos momentos harto comprometida, dependerá en gran medida de lo que haga el electorado popular de extrema derecha. En 2007, el hoy presidente francés consiguió atraerse al grueso de los electores del FN, que con un 8,6% perdió la mitad el apoyo recibido cinco años antes. Las cosas, sin embargo, han cambiado y hoy los sondeos otorgan a Marine Le Pen una expectativa de voto de entre el 16% y el 20%, lo que agita en la derecha el temor de “un 21 de abril al revés”, en alusión a la sorpresa dada por el FN en las elecciones presidenciales de 2002, en las que el viejo Le Pen pasó a la segunda vuelta en detrimento del candidato socialista, el entonces primer ministro Lionel Jospin. Algunos dirigentes del partido de Sarkozy, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), no ocultan su preocupación por el ascenso silencioso de la extrema derecha en los barrios obreros. De ahí la tentación de plantear batalla en su terreno y sobre sus temas preferidos: patriotismo, identidad nacional, inmigración, seguridad...
El desplazamiento del presidente francés a Lorena, la tierra de Juana de Arco –donde visitó también su casa natal de Domrémy-la-Pucelle–, estaba plenamente justificada por el calendario: ayer se cumplían 600 años de la fecha en que los historiadores han convenido en fijar el nacimiento probable de la heroína. Pero, en vísperas de la campaña electoral oficial, no hay gesto anodino ni gratuito. También lo entendieron así los partidos de izquierda, que criticaron con desigual intensidad el gesto de Sarkozy. La más beligerante fue, como empieza a ser habitual, la candidata al Elíseo de Europa Ecología-Los Verdes, la ex juez anticorrupción Eva Joly, quien acusó al presidente de acogerse a un “símbolo ultranacionalista”. El calificativo de Joly, cuyos orígenes noruegos son sistemáticamente sacados a colación cada vez que osa cuestionar la simbología nacio-nal –como cuando criticó el desfile militar del 14 de Julio–, difícilmente será compartido por la izquierda: como recordaba el historiador Max Gallo, hubo un tiempo en que Juana de Arco fue reivindicada por los comunistas franceses como figura precursora de la Resistencia contra la ocupación nazi en los años cuarenta.
Nicolas Sarkozy recuperó ayer la imagen de Juana de Arco como símbolo de la “resistencia francesa”, cuya acción –remarcó– contribuyó a “reforzar nuestra identidad nacional”. “Francia se encontraba \[en la época\] a punto de hundirse y desaparecer para siempre. Invadida, dividida, la lenta y paciente obra de construcción nacional parecía condenada”, subrayó el presidente francés, quien no obstante eludió hacer una comparación explícita con la situación de crisis actual.
El discurso de Sarkozy fue calculadamente comedido y sobrio. La figura de Juana de Arco, tan controvertida como misteriosa, podía dar lugar a peligrosos deslizamientos. Canonizada a principios de siglo y reivindicada en la actualidad por los católicos integristas –de los que la combativa e irreductible santa probablemente formaría hoy parte–, Sarkozy prefirió poner el acento en su perfil laico. “Para la Iglesia es una santa. Para la República , es la encarnación de una de las mayores virtudes francesas: el patriotismo, que es el amor de su país sin el odio de los otros”, dijo, obviando la faceta religiosa de su gesta.
Sarkozy también eludió extenderse en las victorias guerreras de la Doncella contra el invasor inglés –su actuación, entre 1429 y 1430, sirvió para consolidar a Calos VII en el trono y para decantar en favor de Francia el curso de la guerra– y aún más sobre el papel de Inglaterra en la condena de Juana de Arco a morir en la hoguera, acusada de herejía, el 30 de mayo de 1431 en Rouen. Las relaciones entre París y Londres ya se han enfriado suficientemente a causa de la crisis del euro como para agravar el litigio con soflamas patrióticas.
Invasores, pero no tanto
En la Guerra de los Cien Años, los ingleses defendían legítimos intereses en el continente, donde tenían posesiones en el oeste de lo que hoy es Francia. Entre los siglos XI y XV los monarcas ingleses pertenecían a una dinastía de origen francés. Fue el duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, quien en 1066 invadió Inglaterra, proclamándose rey.
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