De no haber perdido la cabeza durante siete minutos en la suite 2806 del hotel Novotel de Nueva York, el pasado 14 de mayo, tras la entrada de la camarera Nafissatou Diallo en su habitación, Dominique Strauss-Kahn estaría hoy en plena campaña electoral camino del Elíseo y Anne Sinclair estaría a su lado, como fiel y exigente escudero, para apuntalar a su hombre a la máxima magistratura de la República. Pero el destino no está escrito y el de la pareja Strauss-Kahn-Sinclair basculó brutalmente hace ocho meses.
El regreso de Anne Sinclair al periodismo activo tiene algo de ruptura personal, de recuperación de una independencia que había sido voluntariamente puesta en sordina en beneficio de la ambición política de su marido. Si el matrimonio sigue formalmente unido –y empeñado en plantear batallas judiciales contra toda aquella publicación que lo ponga en duda–, parece fuera de duda que el equilibrio de la pareja ha cambiado.
Criticada por las feministas debido a su monolitico apoyo a su marido, Anne Sinclair reivindica en una entrevista con las revista femenina Elle la “decisión” de respaldarle pese a la gravedad de algunas acusaciones y sus aireadas infidelidades. “No soy ni una santa ni una víctima, soy una mujer libre”, remarca. “El apoyo incondicional no existe. Uno apoya si decide hacerlo. Nadie sabe lo que pasa en la intimidad de las parejas y niego a cualquiera el derecho de juzgar la mía”, añade.
La llegada de Sinclair a la dirección de la edición francesa de The Huffington Post ha levantado ya las primeras suspicacias en la redacción del diario Le Monde, que participa en la operación como asociado y presta como plataforma su sitio web Le Post. La pregunta que inevitablemente se hacen los periodistas es si el nuevo diario electrónico seguirá el inagotable culebrón Strauss-Kahn –acusado ahora por un feriante de haber aceptado sobornos en los años noventa–. “Trataremos los temas de información que se presenten, sean los que sean”, responde la nueva directora
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