Las nieves
perpetuas de los Alpes han guardado durante décadas un inestimable tesoro para
los aficionados a los deportes de invierno. En pleno estío, mientras el grueso
de los veraneantes se agolpa en las playas, los enamorados del esquí alpino
pueden –pueden todavía– ascender hasta los glaciares de las altas cumbres y
descender sobre su blanco manto. Pero ¿por cuánto tiempo?
Poco a poco, año a año, la oferta de esquí de verano se va
reduciendo. Cada vez hay menos nieve y los glaciares, en retroceso, se van
volviendo peligrosos a causa de la aparición de grietas y hendiduras. En Suiza,
media docena de estaciones han cerrado en las dos últimas décadas. En Francia
ha pasado algo parecido y sólo quedan ya tres –Les Deux Alpes, Val d'Isère y
Tignes– donde se puede practicar este deporte en plena canícula. Pero cada vez
durante menos tiempo. El retroceso del glaciar de La Grande Motte, por ejemplo,
ha obligado en Tignes a amputar de la temporada casi todo el mes de agosto.
El importante retroceso de los glaciares se ha convertido en
el termómetro más sensible del recalentamiento del clima en los Alpes, una
cordillera donde este proceso es particularmente acusado. Si las cosas
continúan como hasta ahora y las temperaturas siguen aumentando, antes de que
acabe el siglo algunos de los glaciares de los Alpes podrían haber desaparecido
para siempre.
“En los últimos cincuenta años, la temperatura media en los
Alpes ha subido dos grados y, paralelamente, ha descendido la cantidad de
nieve: para espesores de al menos un metro, hoy hay, de media, dos meses menos
de nieve al año que hace medio siglo”. Así lo constata el climatólogo Serge
Planton, responsable del grupo de investigación sobre el clima de Méteo France,
el servicio nacional meteorológico francés, cuyas previsiones son todo menos
tranquilizadoras.
En la primera mitad del siglo, en el horizonte de los años
2020-2050, la temperatura media, en todas las estaciones, amenaza con aumentar
entre uno y tres grados adicionales. Una tendencia que puede dispararse –según
la posible evolución de los gases de efecto invernadero– en el periodo
2070-2100, en el que la temperatura media puede subir aún entre uno y cuatro
grados en invierno, y de tres a siete grados en verano. “Ello comportará una
reducción de entre el 25% y el 65% del tiempo de nieve”, calcula Planton. Dicho
de otro modo: a mitad de la centuria podrían perderse 35 días de nieve al año,
que serían 75 días al final del siglo...
Según un informe sobre el cambio climático en los Alpes,
publicado en el 2008 por el Observatorio Nacional de los Efectos del
Recalentamiento Climático (Onerc) en el marco del proyecto europeo ClimChAlp,
los glaciares de los Alpes, como los de la mayoría de las cumbres terrestres,
perdieron una parte sustancial de su superficie helada –del 30% al 40%– y cerca
de la mitad de su volumen entre mediados del siglo XIX, que marcó el fin de la
llamada Pequeña Era Glacial, y el año 1975. A partir de entonces y sobre todo de los
años ochenta, el fenómeno se ha acelerado.
“En los últimos treinta años, la longitud de los glaciares
alpinos ha retrocedido, de media, entre 800 metros y 2,5 kilómetros
respecto a la que tenían en el siglo XIX”, apunta Christian Vincent,
investigador del Laboratorio de Glaciología y Geofísica del Medio Ambiente de
Grenoble, quien señala que si las previsiones actuales se cumplen este proceso
no hará más que agravarse.
El aumento de la temperatura –sobre todo en verano, pues
acelera y agranda el deshielo–, pero también el régimen de precipitaciones y la
radiación solar, confluyen en este proceso, del que parecen –sólo parecen–
salvarse los glaciares situados a gran altitud. Estos no han perdido volumen,
pero sí aumentado su temperatura, lo que puede acarrear otros riesgos a largo
plazo.
“Algunos pequeños glaciares ya han desaparecido y otros, los
de menos superficie, también desaparecerán: el de Sarennes, por ejemplo, podría
haber desaparecido dentro de veinte años, y el de Saint Sorlin puede tener el
mismo final antes de que acabe el siglo. Mientras que otros verán fuertemente
reducida su longitud: el de La Mar de Glace, el mayor de los Alpes, en el
macizo del Mont-Blanc, puede perder en veinte años entre 800 metros y un
kilómetro respecto a la actualidad”, explica Christian Vincent.
Unos cuantos glaciares subsistirán, añade, porque tienen su
zonas de acumulación a gran altitud, por encima de 4.000 metros , pero el
aumento de su temperatura –pasando de fríos a templados– podría afectar a su
estabilidad hasta el punto de provocar fracturas y avalanchas de hielo muy
importantes. “A la mayoría de ellos sólo acceden los alpinistas, pero hay
algunos, como el de Taconnaz –advierte–, que podrían traer problemas a la
población del valle de Chamonix”.
El efecto invernadero
NIEVE
Si el 90% de las estaciones de esquí tienen suficiente nieve
natural durante al menos 100 días al año, esta proporción podría bajar según la
OCDE hasta el 60% e incluso el 30%
VEGETACIÓN
El aumento de la temperatura ha empujado ya a algunas
plantas a migrar hacia zonas de mayor altitud. Con ellas, se mueven también los
parásitos y otros vectores de enfermedades.
RÍOS
En algunas regiones alpinas (Alemania) se han constatado ya
un aumento de la frecuencia y la intensidad de las crecidas de los ríos. En
Francia se han detectado también signos de cambio.
BOSQUES
La eventual multiplicación de las sequías y de los periodos
de canícula pueden incrementar el riesgo de fuegos forestales en zonas de
montaña hasta ahora consideradas poco peligrosas.
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