Golpe de timón
en el Elíseo. François Hollande, acompasando nuevamente su paso a los de Barack
Obama y David Cameron, dio ayer un giro a su discurso público sobre la crisis
en Siria y suavizó considerablemente sus declaraciones del martes. Aprovechando
una reunión en París con el líder de la oposición siria, Ahmad Al-Assi
Al-Jarba, presidente de la Coalición Nacional Siria (CNS), el presidente
francés dejó colgado en un perchero el uniforme de general en jefe y se
revistió con un terno diplomático.
Hollande trocó beligerancia por prudencia. Donde el martes
había propuesto un “castigo” al régimen de Bachar el Asad por el uso de armas
químicas contra la población civil ayer defendió una “solución política”, donde
prometió ayuda “militar” a la oposición, ayer fue “humanitaria y material”. El
fondo no parece haber cambiado tanto –el presidente francés insistió en que la
comunidad internacional debe “frenar” la escalada de violencia en Siria–, pero
la forma se ha moderado.
Mientras, los preparativos prosiguen. Francia –según reveló Le Point– envió ayer al Mediterráneo Oriental una de sus
fragatas más modernas, Le Chevalier Paul, especializada
en la lucha antiaérea. El buque no dispone de misiles de crucero para atacar en
Siria, pero eso podría hacerse desde aviones Rafale o Mirage 2000, que pueden
lanzar misiles Scalp a 250 kilómetros de distancia. Un portavoz del Ministerio
de Defensa señaló que el ejército francés está “en posición de responder a las
peticiones del presidente”.
A diferencia de Cameron, Hollande no se enfrenta a una gran
oposición en el Parlamento –no al menos por el momento– y además no precisa de
la autorización previa de las cámaras para decidir una intervención militar.
Pero las voces políticas opuestas a una operación de estas características van
creciendo en número y en calidad, y la opinión pública se muestra más que
refractaria.
Un sondeo de Ifop publicado ayer por el diario Le Figaro –que en su editorial cuestionó frontalmente la
intervención– señalaba que si bien el 55% de los franceses son favorables a una
acción militar contra el régimen de Asad –por un 45% en contra–, una mayoría
aún más amplia –del 59%– se opone a que Francia se comprometa militarmente.
El ex primer ministro Dominique de Villepin, heraldo de la
oposición francesa a la guerra de Iraq en el 2003, publicó en el mismo rotativo
una crítica tribuna en la que clamaba contra la “ilusión del atajo militar”.
“¿Qué queremos realmente? ¿Castigar? No es el papel de un ejército, sino de un
tribunal internacional. ¿Aliviar nuestra conciencia? Hacerlo a riesgo de
agravar aún la situación de los civiles sería cínico”, escribía el ex jefe de
Gobierno, para quien la intervención en Libia en el 2011 sirvió para armar a
todos los yihadistas del Sahara y condujo a la guerra de Mali.
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