martes, 30 de agosto de 2011

El momento de Hollande

Un golpe de fortuna, una carambola, puede cambiar el destino de una persona. Es lo que le está pasando a François Hollande. El 14 de mayo pasado, mientras Dominique Strauss-Kahn sepultaba su futuro político en una lujosa suite del hotel Sofitel de Nueva York, estaba a la vez abriendo, sin saberlo, el camino del éxito al ex primer secretario del PS francés. Y quién sabe si, también, las puertas del Elíseo. La estrepitosa caída del ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), a quien una sustancial mayoría de franceses parecía inclinada a apoyar contra el actual presidente, Nicolas Sarkozy, en las elecciones de la próxima primavera, abrió un hueco que no ha tardado en ser ocupado. 
Los últimos sondeos demuestran que el favor de los electores socialistas se ha decantado del lado de Hollande, quien a seis semanas de la primera vuelta de las primarias del PS aventaja ampliamente a los otros cinco candidatos. Dos encuestas publicadas este fin de semana –de Ifop e Ipsos-Logica-, otorgan al nuevo favorito una intención de voto del 41/42%, muy por delante de la primera secretaria del partido, Martine Aubry (31%); de la presidenta de la región Poitou-Charentes y ya candidata  Elíseo en 2007, Ségolène Royal (13/18%), y de los diputados Manuel Valls (6/3%) y Arnaud Montebourg (5%), así como del outsider Jean-Michel Baylet (1%), presidente del Partido Radical de Izquierda y único no socialista en concurrir en las primarias.

Si Hollande se ha convertido de la noche al día en el nuevo favorito es fruto del azar, pero también de un trabajo intenso y un discurso bien pulimentado. El otrora discutido líder del PS lleva meses recorriendo Francia exponiendo un proyecto que combina rigor económico y equidad social, con el que ha logrado seducir al electorado que se identificaba con el perfil socialdemócrata de Strauss-Kahn.

A sus 57 años recién cumplidos, quien fuera apodado flanby por su blandura política –hasta el punto de ser incapaz de imponer su liderazgo en el PS pese a haber ocupado la jefatura durante once años (1997-2008)-, Hollande es un hombre nuevo, un mutante, que ha dado un vuelco radical a su vida personal –ex compañero sentimental y padre de cuatro hijos con Ségolène Royal, está hoy unido sentimentalmente a la periodista Valérie Trierweiler, de 46 años- y ha dado rienda suelta a su ambición política.

Frente al nuevo Hollande, Martine Aubry no consigue levantar el vuelo. La primera secretaria del PS, que no ha dejado pasar la ocasión de recordar la situación “penosa” en que su antecesor dejó el partido, parte con la desventaja de aparecer como una candidatura de recambio, lanzada a finales de junio, sobre la marcha, tras la neutralización política de Strauss-Kahn, con quien Aubry había establecido un pacto de desestimiento. La jefa de los socialistas cuenta con el apoyo de los principales barones, pero como sucedió en 2007, todo indica que las bases pueden desbordar a los aparatos. Más aún en esta ocasión, en que la votación es abierta a los simpatizantes.

En un difícil tercer lugar, Ségolène Royal, huérfana de muchos de los apoyos con los que  contó en el pasado, intenta transmitir la convicción de que todo es posible y de que es perfectamente capaz de reeditar la hazaña. Para lo cual no duda en desacreditar y acusar de “manipulación” a los mismos sondeos que la encumbraron hace cinco años.

jueves, 25 de agosto de 2011

Los ricos, a contribución (un poco)

Los ricos franceses deberán pagar más al fisco para contribuir a la salida de la crisis. El primer ministro, François Fillon, anunció ayer la instauración de un impuesto extraordinario sobre las rentas más altas –a partir de 500.000 euros anuales- para ayudar a cumplir los objetivos de reducción del déficit público en en un contexto de ralentización de la recuperación económica. El nuevo impuesto gravará con un 3% las rentas del trabajo y del capital. Aunque nacida como una medida temporal, este gravamen especial sobre los más acaudalados representa una auténtica revolución en la política fiscal de Nicolas Sarkozy, quien lo primero que hizo tras su elección como presidente de la República en 2007 fue justamente todo lo contrario.

La aprobación de una imposición extraordinaria sobre las rentas más altas, en el actual periodo de crisis, se inscribe en un paquete de medidas más amplia -en materia fiscal y de recorte del gasto- con el objetivo de obtener 11.000 millones suplementarios en 2012 para poder cumplir los objetivos de reducción del déficit. El Gobierno prevé cerrar el año con un déficit del 5,7%, que debería reducirse en 2012 al 4,5%, al 3% en 2013 y al 2% en 2014, con el objetivo final de llegar al equilibrio de las finanzas públicas.

Considerado por la mayoría gubernamental como un sacrilegio hace no tanto tiempo, la idea de aplicar una contribución especial sobre los ricos ha ido haciendo camino en el seno de la derecha e incluso entre los directamente afectados. Un grupo de 16 patronos y grandes accionistas franceses hizo público la víspera un manifiesto a favor de esta solución. Aunque de alcance limitado –se calcula que puede aportar anualmente unos 200 millones a las arcas del Estado-, su importancia radica sobre todo en su fuerza simbólica. Esta contribución especial desaparecerá, no obstante, según avanzó Fillon cuando el déficit se sitúe en el 3%. Esto es, dentro de tres años si se cumple el objetivo.

El jefe del Gobierno francés explicó que el agravamiento de la situación económica –las previsiones de crecimiento para este año han bajado del 2,25% al 1,75%, anunció- hacían necesario aprobar medidas adicionales a las ya adoptadas hasta el momento. Con las anunciadas ayer, el Ejecutivo confía obtener en 2011 un plus de 1.000 millones y de 11.000 millones el año que viene. La mayor parte de estos recursos procederán del aumento de los impuestos, básicamente a través de la rebaja o elminación de diversas desgravaciones fiscales, mientras que sólo en menor proporción -500 millones este año, 1.000 millones el que viene- vendrán de nuevos recortes del gasto público.

Junto a la contribución especial de las rentas más altas, el Gobierno francés prevé elevar también el gravamen sobre las rentas de capital del 12,5% al 13,5%, aumentar la imposición directa sobre el tabaco, el alcohol y las bebidas refrescantes con azúcares añadidos (en el primer caso, habrá un incremento de precio inmediato del 6%), y subir el IVA sobre las entradas de los parques temáticos (del 5,5% al 19,5%). Algunas desgravaciones fiscales existentes, como las que afectan a las horas extraordinarias –que fueron “desfiscalizadas” completamente para favorecer el abandono progresivo de la semana laboral de 35 horas– o al impuesto sobre la plusvalía, serán revisadas a la baja.

Nicolas Sarkozy, quien siempre se había negado a aumentar impuestos, optó ayer por dedicarse exclusivamente a la polítiva internacional –la crisis libia- y dejó que fuera su primer ministro el encargado de anunciar, en una conferecia de prensa televisada, la nueva política de austeridad. “El umbral de tolerancia del endeudamiento ha sido sobrepasado”, afirmó quien al inicio del mandato anunciara con una alegría impensable hoy en día que estaba “al frente de un Estado en quiebra”. La deuda pública francesa se elevará a finales de este año en el 84,7% del PIB y al 86,8% el año que viene.


Los patronos dan un paso (24/08/2011) 

Los franceses más ricos -unos cuantos de los más notables, al menos- están dispuestos a arrimar el hombro y rascarse el bolsillo para contribuir a la salida de la crisis económica. Siguiendo la iniciativa del multimillonario norteamericano Warren Buffet, un grupo de 16 grandes empresarios y accionistas franceses hicieron público ayer un manifiesto en el que, bajo el expresivo título de “Taxez-nous!” (¡Póngannos impuestos!), proponen la instauración de una “contribución excepcional” sobre las rentas más altas para ayudar en la lucha contra la reducción del déficit y la deuda pública, y contribuir a “preservar” el modelo económico y social francés.

Entre los firmantes figuran la principal accionista y el presidente del grupo L’Oréal, Liliane Bettencourt y Jean-Paul Agon, respectivamente; y los presidentes de Accor, Dennis Hennequin; Air France-KLM, Jean-Ciryll Spinetta; Danone, Franck Riboud; Meetic, Marc Simoncini; Orange, Stéphane Richard; PSA Peugeot-Citroën, Philippe Varin; Publicis, Maurice Lévy -uno de los promotores de la iniciativa-; Société Générale, Frédéric Oudéa; Total, Christophe de Margerie, y Volvo, Louis Schweitxer.

Aunque no hayan firmado el manifiesto, otros grandes patronos franceses se han pronunciado en este mismo sentido en las últimas semanas. Así Pierre Bergé, cofundador de Yves Saint-Laurent y uno de los principales accionistas de Le Monde; Geoffroy Roux de Bézieux, presidente de Virgin Mobile; Henri Lachmann, presidente de Axa, y Michel Pébereau, presidente del primer banco de Francia, BNP Paribas. “El país atraviesa un periodo difícil, es imperativo acelerar el enderezamiento de las finanzas públicas a través de un programa de contención del gasto y un aumento temporal de los impuestos. En este marco, es equitativo que la fiscalidad pida a los más afortunados un esfuerzo más importante que a los otros”, ha declarado este último, considerado una persona muy próxima al presidente francés, Nicolas Sarkozy.

El manifiesto de los 16 sugiere que esta aumento excepcional de los impuestos a los más ricos debería adoptar “proporciones razonables”, so pena de alimentar la fuga de capitales y la evasión fiscal, y estar enmarcado en cualquiera de los casos en “un esfuerzo más global de reforma, tanto sobre los gastos como sobre los ingresos”.

La aparición del manifiesto, difundido a través del semanario de orientación socialdemócrata Le Nouvel Observateur, se produjo significativamente la víspera de un Consejo de Ministros crucial en el que el Gobierno de Nicolas Sarkozy prevé adoptar un proyecto restrictivo de Presupuestos del Estado para 2012, con el fin de cumplir los compromisos de reducción del déficit. Entre las medidas que estarán hoy sobre la mesa del Salon Murat del palacio del Elíseo figura un paquete fiscal que incluye la posibilidad de gravar con un impuesto especial a las rentas más altas.

La propuesta de un impuesto excepcional sobre los franceses más ricos cuenta con un amplio apoyo en las filas de la UMP, donde ya se han manifestado a favor el presidente del grupo parlamentario, Jean-François Copé, y el ponente de la comisión de Presupuestos, Gilles Carrez. La medida, que supondría un giro radical de la política fiscal aplicada hasta ahora por Nicolas Sarkozy, busca hacer más digeribles para la opinión pública los nuevos recortes y sacrificios.

Un pie en Libia

París albergará el próximo 1 de septiembre una conferencia internacional, convocada conjuntamente por Francia y el Reino Unido,  para abordar el futuro de la nueva Libia sin Gadafi. Así lo anunció ayer el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tras reunirse en el Elíseo con el primer ministro del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio, Mahmud Jibril. En la conferencia participarán los países integrantes de la coalición internacional que ha conducido la intervención en Libia –con Estados Unidos a la cabeza-, así como Rusia, China e India, además de las Naciones Unidas. La fecha del
1 de septiembre ha sido escogida simbólicamente por coincidir con el ascenso al poder del coronel Muamar el Gadafi en 1969. Sarkozy subrayó que las operaciones militares que coordina la OTAN proseguirán el tiempo que el CNT considere necesario.

Francia y el Reino Unido trabajan asimismo conjuntamente para aprobar na nueva resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con el fin de que el CNT pueda disponer de los fondos económicos libios extranjeros congelados por decisión de la ONU, según confirmó por la mañana el Ministerio de Asuntos Exteriores francés.

La estrategia francesa es diáfana. A la cabeza desde el primer momento de la intervención militar internacional en apoyo de la insurrección contra Gadafi, París pretende aprovechar ahora el estrecho contacto establecido con los dirigentes rebeldes para mantener ese mismo liderazgo en el proceso de reconstrucción política y económica de Libia. Nicolas Sarkozy, dubitativo ante las crisis en Túnez y Egipto, reaccionó con gran determinación y celeridad en el caso libio, y ahora recoge los frutos.

El presidente francés fue el primero en recibir en el Elíseo a los representantes del CNT –el 10 de marzo- y en reconocer oficialmente la legitimidad de las nuevas autoridades de Bengasi con el intercambio de embajadores, lo que le valió no pocas críticas de sus socios europeos por su supuesta precipitación. Sarkozy, impertérrito, trabajó con ahínco para forjar una amplia coalición internacional para intervenir en Libia y, fruto de su éxito, el 19 de ese mismo mes, tras una cumbre extraodrinaria celebrada en París, anunció personalmente desde el Elíseo el inicio de las operaciones militares.

En estos últimos cinco meses, Francia ha llevado el peso -junto con el Reino Unido y Estados Unidos- de la intervención internacional, en la que lleva ya gastados al menos 200 millones de euros. El ejército francés ha movilizado a su fuerza aérea y al grupo aeronaval del portaviones Charles de Gaulle, enviado a asesores y miembros de las fuerzas especiales a Libia para colaborar con los rebeldes, y suministrado armas.

Francia puede esperar, pues, cabalmente que su fuerte compromiso sea recompensado por las nuevas autoridades libias. Y las grandes empresas francesas, cona la petroleraTotal a la cabeza, empiezan ya a prepararse. En diciembre del 2007, durante una controvertida visita oficial de cinco días de Muamar el Gadafi a París, el Gobierno el francés firmó con el libio numerosos acuerdos económicos, por un montante global de 10.000 millones de euros, para suministrar material militar y aviones comerciales, desarrollar la energía nuclear y participar en la construcción de nuevas carreteras, plantas potabilizadoras y nuevas redes de distribución de electricidad… Francia no espera menos, seguramente, del futuro gobierno democrático.

Demasiado tarde para DSK

Alivio, júbilo, alegría… Los socialistas franceses han recibido con similar satisfacción, aunque desigual intensidad, la exculpación de Dominique Strauss-Kahn por la justicia norteamericana. Pero también –si bien no todos- con un poso de amargura. El abandono de los cargos contra el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), otrora gran favorito para alzarse con la victoria en las elecciones presidenciales francesas de la primavera de 2012, constituye políticamente un desenlace a destiempo.

De nuevo libre, DSK lo es -de entrada- de regresar a Francia, e incluso de participar en la campaña electoral. Pero para él ya es demasiado tarde. Sus ambiciones presidenciales quedaron sepultadas en la habitación 2806 del hotel Sofitel de Nueva York el pasado 14 de mayo. Esta vez, a diferencia de lo que sucedió en julio –cuando empezó a vislumbrarse el actual desenlace judicial-, ninguno de sus partidarios y amigos en el seno del PS han pedido la reactivación de su candidatura al Elíseo. Se acabó.

Las primarias socialistas están ya en marcha y los cinco candidatos a la designación, que se votará el 9 de octubre en primera vuelta, se encuentran en plena campaña. Huérfanos de líder, sus más fieles seguidores se han repartido entre los diferentes aspirantes. Sus dos lugartenientes históricos, por ejemplo, se han alineado en bandos opuestos: Jean-Christophe Cambadélis, con Martine Aubry; Pierre Moscovici, con François Hollande. La carrera lanzada, ya nadie puede pararla. Y Strauss-Kahn, quien fuera la gran esperanza del PS, deberá contentarse con mirarla desde la gradería.

Ni siquiera está claro que los barones socialistas en liza vayan a disputarse el apoyo de DSK, cuya figura política ha quedado dañada probablemente sin remedio. El abandono de los cargos en su contra, por falta de credibilidad de la presunta victima, no ha despejado la verdad de lo sucedido. Pero además el proceso ha puesto de relieve la enfermiza relación de Strauss-Kahn con el sexo y  ha comportado una exhibición casi pornográfica de su elevadísimo tren de vida, muy alejado del del electorado al que pretenden dirigirse los socialistas.

Entre la satisfacción general, a la que se sumó comedidamente el partido de Nicolas Sarkozy, la UMP, sólo una voz se levantó ayer para lamentar la decisión de la justicia norteamericana: la de la ex ministra comunista Marie-George Buffet, que la calificó de “mala noticia para las mujeres”.


El caso Banon

Dominique Strauss-Kahn puede haber quedado definitivamente exculpado de la acusación de violación que le imputaba la justicia norteamericana, pero no ha pasado lo mismo con el caso que aún tiene abierto en Francia por el presunto intento de violación de la periodista Tristane Banon en 2003. La fiscalía de París, que en julio abrió diligencias a raíz de la denuncia de la joven, todavía no ha concluido la investigación. Diversas personas han sido ya interrogadas por la policía y otras lo serán en las próximas semanas. Algunos medios sugieren que la fiscalía podría archivar el caso ante la dificultad de demostrar el delito de intento de violación, el único que permitiría inculpar a Strauss-Kahn por tener un periodo de prescripción de 10 años.

Falta de pulso

El horizonte económico mundial sigue oscurecido por la falta de pulso occidental. Los últimos datos difundidos ayer por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), constatan una acusada ralentización de la recuperación económica en Estados Unidos y Europa, confirmando así los pesimistas augurios expresados en las últimas semanas por diversos analistas que planteaban abiertamente el riesgo de un estancamiento, cuando no incluso de una eventual recesión.
En el segundo trimestre de este año el crecimiento económico en el ámbito de la OCDE, que agrupa a los 34 países más desarrollados del mundo –exceptuando a las potencias emergentes-, se redujo al 0,2%, lo que significa un retroceso respecto al  trimestre anterior (0,3%) y consolida una tendencia negativa que dura ya cuatro trimestres consecutivos. El crecimiento interanual del PIB ha pasado del 2,4% al 1,6%, por debajo de las previsiones de la propia OCDE, que en las Perspectivas Económicas del mes de mayo apostaba por cerrar el trimestre con un crecimiento interanual del 2%.

El frenazo ha sido particularmente agudo en la Unión Europea y la zona euro, que han pasado –las cifras son en este caso idénticas- del 0,8% al 0,2%. El problema no han sido tanto los países periféricos lastrados por la crisis de la deuda como los que son la punta de lanza de la economía europea y en particular su principal motor, Alemania. La economía germana ha sufrido un severo parón –del 1,3% al 0,1%-, a causa del retroceso de las exportaciones y un consumo interno átono. Las otras grandes economías de la UE no han ido mejor: Francia ha caido del 0,9% al 0,0% y el Reino Unido, del 0,5% al 0,2%. El único país de los grandes que mejora es Italia, que ha pasado del 0,1% al 0,3%.

También ha progresado –exactamente en la misma proporción- Estados Unidos (0,3% en el segundo trimestre). Pero, aparte de que no se trata de un resultado brillante, representa además una mejoría muy relativa: si la diferencia es positiva es porque se ha revisado a la baja el dato del primer trimestre (del 0,5% al 0,1%). En cuanto a Japón, lastrado todavía por el terremoto, sigue en la parte roja de la tabla, aunque con un ligero respiro: de -0,9% a -0,3%.

Según los cálculos coincidentes de diversas entidades financieras, el crecimiento del PIB en 2011 podria situarse alrededor del 1,7% o el 1,8% en la zona euro, lejos del 2,2%  calculado por la OCDE hace sólo tres meses pero también de la temida recesión. Esta recuperación con altibajos no resulta, sin embargo, tan inesperada en opinión de algunos expertos, como Cédric Thellier, economista de Natixis, quien en el diario económico Les Échos, consideraba ayer que “la ralentización actual no tiene nada de sorprendente”, habida cuenta de la política de rigor aplicada por los países europeos.


Playas de París

Espina dorsal de la ciudad, París no se puede entender sin el Sena. Nacida en medio del agua, sobre un puñado de islas unidas por puentes de madera, la villa de la antigua tribu gala de los parisii , devenida la capital de Francia, ha respirado históricamente al ritmo del río, fuente de vida, de riqueza… y también de peligros. Fue remontando el Sena como llegaron a París las hordas de vikingos que asediaron la ciudad entre 885 y 886, pillando todo lo que pudieron pillar y masacrando a todos aquellos infortunados que no pudieron encontrar refugio. Otros asedios y otras penurias vendrían en los siglos que siguieron, pero París siempre habría de salir a flote.  Fluctuat nec mergitur: movida por las olas, fluctúa pero no se hunde, reza la divisa escrita en su blasón, donde un barco de vela recuerda sus raíces fluviales. Sus orígenes, pero también su presente.

Vía de comunicación natural, el Sena ha sido desde la Antigüedad canal de una intensa actividad comercial. En sus muelles atracaban barcos mercantes con todo tipo de productos y en sus riberas latía el pulso de la ciudad. El río, colonizado por mercaderes y artesanos, era el centro de la vida ciudadana. Los parisinos acudían a sus orillas a comprar, a deambular entre los tenderetes, a lavar su ropa en alguno de los barcos especializados en lavado y blanqueo –estaba prohibido hacerlo por libre-, a pescar, a bañarse, a participar en los numerosos festejos que allí se organizaban, a pasear…

La actividad económica sigue siendo hoy muy importante. A riesgo de provocar sonrisas condescendientes, cabría recordar que París es una ciudad portuaria. Uno de los puertos fluviales más importantes del continente, para ser precisos, con un tráfico de 20,8 millones de toneladas de mercancías –hay incluso una terminal de contenedores- y siete millones de pasajeros al año, la mayoría embarcados en los típicos bateaux mouches y similares que pasean a las masas de turistas que visitan la ciudad.

Saturadas por la actividad humana, las riberas del Sena fueron progresivamente despojadas de sus colonizadores sedentarios a mediados del siglo XVIII, época en la que desaparecieron también las casas que poblaban los puentes desde la Edad Media. El río sigue siendo hoy, pese a todo, un barrio muy particular: a lo largo de sus riberas hay amarradas unas 500 barcazas residenciales, las célebres peniches, símbolo de un modo de vida bohemio para disfrutar del cual se pagan hoy sumas millonarias.

La llegada de los tiempos modernos y el imperio del coche –que ha ocupado con vías rápidas una buena parte de la fachada fluvial de la ciudad- han limitado las zonas accesibles al río. Pero aún y así, el Sena sigue siendo un termómetro de París.

Fríos y grises en invierno, aunque hollados permanentemente por parejas de enamorados y turistas –unos y otros, siempre dispuestos a afrontar los elementos- , los muelles del Sena reviven como un jardín con los primeros y cálidos soles de primavera. Los parisinos se vuelcan entonces de nuevo en el río, adonde acuden a pasear, tomar el fresco, reunirse con los amigos, hacer pic-nic –a la francesa, con vino y champagne- o improviSensar alguna fiesta. La versión  parisina del botellón ha de buscarse aquí, en los muelles del Sena entre Notre Dame y el Jardin des Plantes, así como en el muy de moda Canal Saint-Martin y el Bassin de la Vilette. Son las Ramblas de París…

La reconquista del río culmina en verano con la operación Paris Plages, un invento del alcalde de la ciudad, el socialista Bertrand Delanoë, que este año cumple su décimo aniversario. Durante un mes, entre el 21 de julio y el 21 de agosto, los vehículos son expulsados de la vía rápida Georges Pompidou, en la rive droite, cuya calzada es transformada en una playa virtual donde no falta la arena -6.000 toneladas-, las hamacas, las sombrillas, las palmeras, los chiringuitos, zonas de ducha y de baño, juegos infantiles, actuaciones musicales y animaciones varias… Una antesala del proyecto municipal de recuperar para los paseantes  4,5 hectáreas de sus riberas.

Lo único que falta en Paris Plages es al mar. Y en cierto modo el propio río, que ofrece a la vista su brillante lámina de agua y su refrescante brisa, pero donde uno no se puede zambullir. Hace mucho tiempo que el Sena perdió la transparencia que elogiara en el siglo IV el emperador Juliano –“el río suministra un agua muy agradable y muy pura, tanto para ver como para beber”, escribió el César de las Galias cuando dirigía las guerras contra los germanos desde la antigua Lutecia. Y si bien el agua que sale de los grifos sigue siendo tomada de su curso, el baño está estrictamente prohibido.

Antaño, los parisinos –incluido, entre ellos, el buen rey Henri IV- solían nadar en el Sena, preferentemente en los alrededores del actual puente de Sully, junto a la isla de Saint-Louis, una costumbre que se mantuvo hasta más allá de 1923, cuando el baño fue oficialmente prohibido. Pese a las multas, los habitantes de la capital se siguieron zambullendo en el río hasta principios de los años sesenta, cuando el aumento del tráfico fluvial y la contaminación les acabaron expulsando. Hoy, la contaminación se ha reducido considerablemente, pero la turbiedad de las aguas y el constante paso de embarcaciones siguen convirtiendo el chapuceo en una actividad peligrosa.

Los únicos que nadan en el Sena son los peces, que han recolonizado el río en los últimos años después de haber estado al borde de la extinción. En la actualidad, en París pueden encontrarse una treintena de especies, para júbilo de los pescadores. Eso sí, por el momento, nadie osa comérselos.