La fuerza de la insurrección tunecina ha acabado arrastrando a la ministra francesa de Asuntos Exteriores, Michèle Alliot-Marie, lastrada por sus patinazos en relación con el régimen del derrocado presidente de Túnez, Ben Ali. La titular del Quai d'Orsay presentó ayer formalmente su dimisión al presidente de la República, pero lo cierto es que ha sido Nicolas Sarkozy quien ha forzado su cese: durante el fin de semana, Alliot-Marie se aferraba todavía a su puesto confiando en que los rumores que atravesaban el mundillo político-periodístico de París estuvieran equivocados. No lo estaban. Y Doña Perfecta, como se la ha tildado por su fama de seriedad y solvencia, se ha visto obligada a ceder su cartera.
Hasta ahora titular de Defensa, el ex primer ministro Alain Juppé aterrizará en el Quai d'Orsay. Y lo hará con un grado aparente de autonomía que no ha disfrutado ninguno de sus antecesores desde 2007. De entrada, porque quien hasta ahora ha tutelado la política exterior –el todopoderoso secretario general del Elíseo, Claude Guéant– pasa a ser el nuevo ministro del Interior, en sustitución de Brice Hortefeux. Amigo de treinta años, fiel entre los fieles, este último pasará a ser consejero del presidente, mientras Defensa será asumido por el jefe de filas de la UMP en el Senado, Gerard Longuet.
La salida forzosa de la ministra de Exteriores ha acabado precipitando un cambio de Gobierno de cierta amplitud y cualitativamente significativo tan sólo tres meses después de la que pasaba por ser la última gran remodelación gubernamental previa a las elecciones presidenciales del 2012.
La caída de Alliot-Marie, que en la última década ha ocupado las carteras más importantes del Gobierno francés –Defensa, Interior, Justicia y Asuntos Exteriores–, empezó a fraguarse el 11 de enero, cuando en plena revuelta contra Ben Ali, ofreció públicamente a las autoridades tunecinas la cooperación francesa –el savoir faire, dijo en concreto– en materia de policía antidisturbios. Su posición se hizo insostenible después de que el semanario satírico Le Canard Enchaîné revelara, en varias entregas, las relaciones que Alliot-Marie mantenía con el potentado tunecino Aziz Miled, socio de un yerno de Ben Ali en sus negocios turísticos. La titular del Quai d'Orsay, que utilizó en sus vacaciones navideñas en Túnez el jet privado de Aziz Miled, se enredó los pies en medias verdades y olvidos interesados que debilitaron su defensa.
Sarkozy pronunció anoche una breve alocución a todo el país por radio y televisión –en la mejor tradición de Jacques Chirac– para explicar esta “reorganización” como un medio de afrontar la “inmensa conmoción” que se está produciendo en la otra ribera del Mediterráneo. El presidente francés anunció que Francia ha pedido una reunión del Consejo Europeo para pactar una “estrategia común” frente a las revoluciones árabes y avanzó asimismo que hará propuestas concretas en lós próximos días o semanas para “refundar” la Unión por el Mediterraneo. Creada a iniciativa de París en 2008, la UpM está encallada a causa del conflicto israelo-palestino. Sarkozy, que justificó las relaciones con los regímenes dictatoriales árabes precedentes –“porque aparecían a ojos de todos como un escudo contra el extremismo religioso, el fundamentalismo y el terrorismo”, dijo–, llamó a “apoyar y ayudar a los pueblos que han elegido ser libres”. No hacerlo, advirtió, sería una “falta moral y estratégica”, pues el fracaso de estas revoluciones podría hacerles “caer en la violencia y desembocar en dictaduras todavía peores que las anteriores”. “No debemos tener miedo de este cambio histórico”, concluyó.