miércoles, 11 de junio de 2014

Sarkozy, adiós a las adhesiones unánimes

El único misterio que subsiste sobre el retorno de Nicolas Sarkozy a la arena política es el cómo y el cuándo. El expresidente francés trabaja desde hace tiempo –y no ha parado de emitir señales al respecto– en su candidatura cara las elecciones presidenciales del 2017, a las que se presentaría como el presunto hombre providencial capaz de sacar a Francia del pozo en la que –en eso confía– la habrá metido François Hollande. Sólo que esta vez su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), no le estará esperando con las puertas abiertas. Es más, un sector importante está afilando los cuchillos. La primera gran batalla se producirá en el congreso extraordinario convocado para el próximo mes de octubre, en el que deberá elegirse un nuevo presidente del partido, pero las escaramuzas entre ambos campos ya han empezado.

El primero atañe a la dirección de la UMP de aquí a entonces. El triunvirato integrado por los ex primeros ministros Alain Juppé, François Fillon y Jean-Pierre Raffarin –los dos primeros, rivales declarados de Sarkozy en la carrera al Elíseo–, consumó a ayer la toma de control provisional de la UMP, descabezada desde la dimisión del presidente, Jean-François Copé, y toda su dirección el pasado 27 de mayo. La caída de Copé, precipitada por la derrota de la derecha en las elecciones europeas ante el Frente Nacional (FN) y el escándalo Bygmalion –un presunto caso de elaboración de facturas falsas para ocultar gastos irregulares en la campaña presidencial del 2012–, ha cambiado por completo el guión.

Contestada por sarkozystas y copeístas, la autodesignación del triunvirato como presidencia colectiva interina de la UMP amenazaba con fracturar gravemente el partido e incluso hacerlo explotar. Con el fin de salvar esta amenaza, Juppé, Fillon y Raffarin propusieron una solución de compromiso consistente en nombrar a Luc Chatel –ex vicepresidente con Copé– nuevo secretario general. El buró político de la UMP, que se reunió a última hora de ayer, en medio de una fuerte tensión, para abordar este asunto, aprobó esta solución. Lo que no soluciona en realidad nada, pero aplaza las hostilidades.

El congreso de octubre será la cita clave. Hasta ahora, todo indicaba que la gran confrontación debía producirse en torno a las primarias para designar al candidato al Elíseo, previstas para el 2016. Pero los acontecimientos han adelantado considerablemente el calendario. De repente, Nicolas Sarkozy, que pensaba dilatar en el tiempo su retorno, se ve obligado a adelantarlo. Sus partidarios le empujan a presentar su candidatura a la presidencia de la UMP el próximo otoño, lo que le colocaría en una posición inmejorable para tratar de amarrar su candidatura al Elíseo en el 2017.

Sus oponentes, sin embargo, son hoy mucho más numerosos que en el 2007 y no están dispuestos a dejarle hacer como si nada. Lo que está en juego no son sólo ambiciones personales –que también– sino la orientación ideológica del gran partido de la derecha. Alain Juppé –la figura mejor valorada de la derecha en los sondeos– la quiere más al centro. Sarkozy, ya se ha visto que no.


Guerra de familia en el FN

Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional (FN), se siente “afectivamente muy herido” por la reacción de su hija, Marine Le Pen, ante sus controvertidas declaraciones sobre el actor y cantante Patrick Bruel. A punto de cumplir 86 años, el viejo líder de la ultraderecha francesa –quien ya lanzara una vez que las cámaras de gas de los nazis eran “un detalle de la Historia”– volvió por sus fueros el viernes pasado cuando, refiriéndose a las críticas de Bruel –de origen judío– al FN, dijo: “La próxima vez haremos una hornada”. Indignada por el nuevo patinazo de su padre, que compromete su estrategia de normalización del FN, Marine Le Pen calificó sus declaraciones de “una falta política” y después decidió retirar de la página web del partido el blog-vídeo semanal del presidente de honor.




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