lunes, 30 de enero de 2012

Contraofensiva de Sarkozy

Cual un gladiador acorralado, Nicolas Sarkozy se lanzó ayer a la arena dispuesto a jugarse el todo por el todo a una sola carta. Con todos los sondeos en contra –que le vaticinan una derrota sin paliativos en las elecciones de la próxima primavera–, una opinión pública mayoritariamente desafecta y un adversario –el socialista François Hollande– en plena fase ascendente, el presidente francés agotó anoche su último cartucho para tratar de amarrar la reelección. A sólo 84 días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, un tiempo político habitualmente inhábil, Sarkozy anunció en televisión un importante paquete de medidas para intentar revitalizar la competitividad de la economia francesa y combatir el paro. Una cura de caballo que puede sanar al enfermo –o no– a medio y largo plazo, pero que no puede tener efectos inmediatos, a no ser el de salvar in extremis o hundir definitivamente al presidente de la República.

Reducción de las cotizaciones patronales para disminuir los costes laborales y reforzar la competitividad de las empresas –a costa de aumentar en 1,6 puntos el tipo normal del IVA–; incremento en un 30% del aprovechamiento urbanístico para reactivar el sector de la construcción de viviendas; creación de un Banco de la Industria para facilitar la financiación de proyectos empresariales; refuerzo de las exigencias para la contratación de jóvenes en aprendizaje; instauración de un impuesto sobre las transacciones financieras... son las medidas anunciadas anoche por Sarkozy, que justificó la urgencia de este plan de acción anticrisis para combatir un paro que ha aumentado en 500.000 personas desde 2008 y roza actualmente el 10%. “Yo no acepto la fatalidad”, afirmó.

Sarkozy aprovechó la ocasión para descartar un nuevo plan de austeridad y subrayó que las medidas de ahorro adoptadas por su Gobierno habrán permitido reducir el déficit en 2011 a un nivel por debajo del previsto –del 5,4% o 5,3% en lugar del 5,7%–, lo que comparó con la situación en España: “Debían estar al 6% y están al 8%, lo que demuestra que cuando las medidas no se toman en el momento adecuado, después han de ser mucho más violentas”.

Se ha de ser un loco, o un jugador muy audaz, para anunciar a sólo 12 semanas de la cita con las urnas un aumento del IVA como hizo anoche Sarkozy, sin ninguna duda la medida más polémica. Enfundado en sus hábitos de presidente, interrogado por un plantel de cuatro periodistas en el Elíseo – en una entrevista difundida en directo por media docena de canales de televisión–, Sarkozy se presentó ante los franceses como el único capitán con experiencia y coraje suficientes para gobernar el paquebote Francia en plena tempestad y llevarlo a buen puerto. En ningún momento hizo pública su candidatura, paso que retrasará probablemente hasta finales de febrero o principios de marzo. “Yo soy el presidente de la República”, remachó.

El plan expuesto anoche por Sarkozy cambia radicalmente el modelo de financiación del sistema de protección social instaurado en Francia tras la Segunda Guerra Mundial, al hacerlo descansar parcialmente sobre los impuestos generales. Con el objetivo de reforzar la competitividad de las empresas francesas, el proyecto presidencial consiste en financiar una parte de este coste subiendo el tipo normal del IVA en 1,6 puntos –del 19,6% al 21,2%– y aumentando en dos puntos la Contribución Social Generalizada (CSG) sobre las rentas financieras. Los 13.000 millones de euros que se recaudarán por esta vía permitirán aligerar en la misma medida las cargas sociales patronales. No así las de los trabajadores, que seguirán cotizando como hasta ahora.

La subida de IVA, una medida impopular que tendrá efectos sobre el coste de la vida, no se producirá antes de las elecciones, sino el 1 de octubre. Siempre que Sarkozy las gane, naturalmente, puesto que la izquierda está frontalmente en contra. Para el presidenciable socialista, François Hollande, la medida es “un mal principio y un mal instrumento”.

También entrará en vigor de forma diferida –el próximo mes de agosto– la tasa sobre las transacciones financieras, que Francia aplicará sin esperar necesariamente a un acuerdo de ámbito europeo. Este nuevo impuesto, a través del cual el Estado francés prevé recaudar 1.000 millones de euros anuales –que serán destinados a reducir el déficit–, gravará con un 0,1% la compraventa de títulos de todas las sociedades cotizadas en Francia –aunque la operación se produzca fuera–, así como los CDS (credit default swap) y “las compras especulativas por ordenador”. “Pretendemos provocar un shock y dar ejemplo”, dijo Sarkozy, quien añadió: “Es lógico que el sector financiero contribuya a enderezar las cuentas públicas que con su actuación contribuyó a desajustar”.

Las demás medidas serán presentadas en el Parlamento en febrero. Así la creación del Banco Industrial –dotado con 1.000 millones de fondos propios– como el aumento de un 30%, durante tres años, de la edificabilidad de todos los terrenos, y edificios ya construidos, destinados a vivienda. Sarkozy confía al ladrillo, un “sector no deslocalizable”, la reactivación económica.


viernes, 27 de enero de 2012

Hollande promete justicia fiscal

La línea del frente de batalla de las elecciones presidenciales francesas ya ha quedado fijada. En el centro del enfrentamiento va a estar la política fiscal. En otras palabras, quién va a pagar para salir de la crisis. El programa electoral desvelado ayer por el candidato socialista al Elíseo, François Hollande, que pretende hacer de la justicia fiscal el eje de su proyecto político, es el reverso de la moneda de la política llevada a cabo hasta ahora por el presidente saliente –y candidato oficioso a la reelección–, Nicolas Sarkozy.
“No tenemos otra elección que pedir un esfuerzo, pero yo lo pediré a los más favorecidos, no al conjunto de los franceses”, prometió Hollande en una multitudinaria conferencia de prensa celebrada en la Casa de los Metalúrgicos de París, donde expuso sus 60 propuestas de gobierno. “La justicia será el único criterio de nuestra acción”, declaró.

François Hollande hizo suyos los compromisos de reducción del déficit público –al 3% en 2013, con el objetivo de alcanzar el equilibrio presupuestario en 2017– y de disminución de la deuda adquiridos con el resto de los socios de la Unión Europea. Pero a diferencia de lo que se ha decidido en otros países, como España o Italia, para conseguirlo el candidato socialista no propone una draconiana cura de austeridad, sino un aumento de los impuestos. Los 29.000 millones de euros necesarios para cumplir con la reducción del déficit –“sea cual sea el futuro Gobierno”–, Hollande pretende obtenerlos de un aumento de la presión fiscal sobre las rentas más altas y las grandes empresas. “El debate no es si hay que encontrar o no estos 29.000 millones, sino quién va a pagarlos”, subrayó el candidato socialista. El mayor esfuerzo, según precisó, recaerá en las empresas (17.300 millones) y el resto (11.800 millones) en las familias. A ello habrá que añadir aún 20.000 millones más para financiar algunas de las medidas del programa socialista, que no reduce sino que aumenta el gasto.

Las medidas que piensa aplicar inmediatamente Hollande si sale elegido son elevar el tipo del Impuesto sobre la Fortuna –anulando la reforma de Sarkozy–: introducir un nuevo tipo marginal del 45% en el Impuesto de la Renta para ingresos superiores a 150.000 euros anuales por persona; rebajar drásticamente las desgravacions fiscales –limtándolas a un máximo de 10.000 euros–; igualar la imposición sobre el capital con la imposición sobre las rentas del trabajo –ahora más penalizadas–, y disminuir para las familias con rentas más altas el efecto reductor del llamado cociente familiar, que permite dividir la renta total por el número de integrantes de la familia.

El partido de Nicolas Sarkozy, la Unión por un Movimiento Pipular (UMP), salió ayer en tromba contra Hollande, multiplicando las declaraciones y los comunicados para intentar descalificar el proyecto del candidato socialista y –sobre todo– acusarle de concentrar el aumento de los impuestos sobre las clases medias, verdadero cuerpo central del electorado donde va a jugarse la elección. Hollande reaccionó enseguida: “Quieron tranquilizar a las clases medias –dijo–. Las clases medias ya no pueden más y lo comprendo. Serán protegidas. Los más gravados serán los ricos, los mismos que han recibido hasta ahora los regalos fiscales”, afirmó.

Por otro lado, el Impuesto de Sociedades será también reformado, con el fin de reducir la imposición sobre las pequeñas y medianas empresas, e incrementarla sobre las grandes. Las empresas perderán también exoneraciones fiscales, entre ellas la que libera las horas extras, una reforma capital de Sarkozy para desactivar en la práctica la semana de 35 horas. Los bancos, por su parte, verán aumentado el gravámen sobre sus beneficios en un 15%.

En el capítulo económico, Hollande incluyó también un importante paquete de medidas a nivel financiero: reforma del sistema bancario –con el fin de separar las actividades de depósito de las especulativas–; prohibición de los productos financieros tóxicos; prohibición para los bancos de toda relación económica en paraísos fiscales, y aprobación de una tasa sobre las transacciones financieras de ámbito europeo. Quizá no le cueste mucho convencer a la canciller alemana, Angela Merkel, de esta medida. Más difícil le será persuadirla de renegociar el tratado europeo sobre disciplina presupuestaria y fiscalidad, crear “euro-obligaciones” y aumentar la intervención del Banco Central Europeo.

Para reactivar el crecimiento económico, Hollande propone crear un Banco público de Inversiones, facilitar la financiación de las pequeñas y medianas empresas –además de aligerarles la carga fiscal–, ayudar a las empresas más expuestas a la competencia exterior a condición de seguir produciendo en Francia, así como potenciar la investigación y la innovación. Con este fin promoverá un Pacto Productivo con los interlocutores sociales. Para combatir el paro, el candidato socialista propone instaurar los llamados contratos-generación (que ofrecerán una doble exoneración a las empresas cuando asocien la contratación de un joven con la continuidad de un senior) y crear 150.000 empleos asistidos.

En materia de gasto público, Hollande pondrá fin a la política de Sarkozy de amortizar uno de cada dos empleos públicos vacantes por jubilación. Y además anunció la contratación de 12.000 nuevas personas al año en el sector de la Educación –hasta 60.000– y de 1.000 empleos anuales nuevos en la policía y la justicia. También retocará la reforma de las pensiones para que todos los trabajadores que han cotizado todas las anualidades requeridas puedan jubilarse con la pensión completa a los 60 años. A nivel simbólico, Hollande prometió rebajar un 30% el salario del jefe del Estado y de los ministros.
La cuestión de los salarios en general y del salario mínimo (Smic) en particular quedará para más adelante. Hollande indicó que sólo si se recupera el crecimiento, en la segunda parte del quinquenato, podrá “irse más lejos en la redistribución”.

Adelantándose a las críticas, Hollande aseguró que todas las medidas anunciadas porán ser financiadas y que sus cálculos sobre la evolución de la economía –con una previsión de crecimiento para este año del 0,5%– son “prudentes y realistas”. “No prometo nada que no pueda cumplir. Todo lo que se ha dicho será hecho. Nada más, pero tampoco nada menos”, remarcó.


Arranque fulgurante en los sondeos

La entrada oficial de Hollande en campaña –oficial, puesto que lleva ya un año en ello– no ha podido ser más conseguida para el candidato socialista, que ayer presentó su programa presidencial. Su primer gran mitin, celebrado el pasado domingo en Le Bourget, ha reforzado su imagen y sus expectativas de voto. Si hace un mes, Sarkozy había recuperado el terreno perdido poniéndose a sólo tres puntos de su rival, Hollande ha vuelto a distanciarle y le saca ahora seis puntos.

El candidato tranquilo

François Hollande le han dicho de todo. Blando, débil, indeciso, gris... Sus camaradas del Partido Socialista francés, más aún que la derecha, son quienes más ahínco han puesto a la hora de buscarle apodos hirientes –ahí está el célebre Flanby que le colgó Arnaud Montebourg–. Por no hablar de la lengua envenenada de su ex compañera sentimental y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, que en plena campaña de las primarias socialistas espetó: “¿Qué ha hecho François Hollande en estos últimos treinta años? Nada”. Los populares guiñoles de Canal Plus, en fin, le presentan como un borderline con una perenne sonrisa bobalicona en los labios...

El hoy candidato socialista al Elíseo, con fama bien merecida de hombre tranquilo y afable, lo ha encajado todo sin pestañear, sin devolver un solo golpe. Con una sangre fría y una elegancia que casan bien con otro de los rasgos más caracteristicos de su personalidad: su horror al conflicto.
Hombre de compromiso, en su larga trayectoria política Hollande ha demostrado una notable capacidad –una vocación incluso– para forjar consensos, siempre en busca de una improbable síntesis en el seno de un partido, el PS, aficionado a sangrientas guerras de clanes. Su forma de ejercer la autoridad –sin una palabra más alta que la otra, siempre con una sonrisa–, su pragmatismo y su espíritu conciliador han contribuido en estos años a fijar esa imagen de flojo, de mediocre. Simpático y aficionado a las bromas, su carácter le aleja del estereotipo del líder carismático, del caudillo. Es, en este sentido, la antítesis absoluta de su rival en las próximas elecciones al Elíseo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Sin embargo, debajo de este caparazón de bon vivant se esconde un verdadero animal político. Un hombre que viene de lejos y que ha ido trazando su camino poco a poco, con constancia y obstinada determinación. “¿Hollande presidente? ¡Ni pensarlo!”, exclamó un día con desprecio Laurent Fabius, su eterno enemigo en el partido. El ex primer ministro socialista, al igual que el resto de las liebres del PS, no vio venir la victoria de la tortuga. Y para pasmo de todos, Hollande salió ampliamente triunfador –con el 56,6% de los votos sobre un total de 2,9 millones de electores– en las elecciones primarias del PS para designar a su candidato a la presidencia de la República.

Nacido el 12 de agosto de 1954 en Rouen (Normandía), François Hollande creció en el seno de una familia conservadora, descendiente de protestantes holandeses que en el siglo XVI se refugiaron en Francia huyendo de la persecución religiosa. Su padre, Georges, otorrino de profesión, no ocultaba sus afinidades con la extrema derecha. Educado en los salesianos, el joven François acabaría alejándose de la religión –se confiesa no creyente– y de las ideas políticas del clan.

Hollande se formó entre las élites de la República. Titulado por Sciences Po, la Escuela Nacional de Administración (ENA) y la HEC, una de las más prestigiosas escuelas de negocios de Francia, Hollande inició su breve trayectoria profesional en el Tribunal de Cuentas, antes de abandonar esta vía para hacer carrera política. Su paso por la ENA fue fundamental en su biografía. Allí conoció a algunos de sus más íntimos y viejos amigos, como Jean Pierre Jouyet –actual presidente de la Autoridad de los Mercados Financieros– y Michel Sapin, ex ministro de Economía y uno de sus más cercanos consejeros. En su promoción –que adoptó el nombre de Voltaire–, Hollande coincidió con el hoy ex primer ministro Dominique de Villepin. Y con una compañera de clase de la que se acabaría enamorando: Ségolène Royal, con quien iniciaría una relación que iba a durar casi treinta años y tendría cuatro hijos (Thomas, Clémence, Julien y Flora). Nunca se casaron.

François Hollande y Ségolène Royal empezaron juntos en política. Juntos se incorporaron a principios de los ochenta al gabinete de François Mitterrand en el Elíseo y juntos entraron en la Asamblea Nacional como diputados electos por primera vez en 1988. Hollande se hizo un hueco, a base de tesón, en un feudo de la derecha, la Corrèze, en las tierras dominadas por Jacques Chirac. Hoy es el presidente del Consejo General del departamento, además de diputado, y se ha convertido en un notable de provincias, elogiado por el viejo león gaullista.

La carrera política de la pareja tomó un sesgo en 1992, cuando Royal entró en el Gobierno como ministra de Medio Ambiente. La promoción de su mujer impidió la de Hollande –François Mitterrand no quería a una pareja en el Ejecutivo–, quien a partir de ese momento se dedicó al partido. Portavoz del PS, el inesperado triunfo de la izquierda en 1997 y el nombramiento de Lionel Jospin como primer ministro le aupó a la primera secretaría. Y lo que parecía un cargo interino se acabaría prolongando once años, convirtiendo a Hollande en el primer secretario más longevo después del propio Mitterrand.

El punto negro, el momento más bajo, de esta trayectoria le llegaría en 2005. Firme partidario del proyecto de Constitución Europea –no en vano, Hollande es uno de los hijos políticos de Jacques Delors–, el líder socialista impuso sus puntos de vista en el seno del PS, a costa de una fuerte disputa, pero la victoria del no en el referéndum europeo –a causa del electorado de izquierda– le colocó en una situación muy delicada y puso al partido al borde de la fractura. Hollande salvó la unidad del partido en el congreso de Le Mans en 2006, pero no tuvo la fuerza suficiente para imponer su candidatura al Elíseo de forma “natural”. La brecha la aprovechó su mujer, que se coló en la carrera y ganó contra pronóstico las primarias internas. ¿Fue la venganza de una mujer despechada como sostienen algunas biografías? En cualquiera de los casos, lo cierto es que Hollande había empezado una relación sentimental con la periodista de Paris Match Valérie Trierweiler –su actual compañera–, lo que tras las elecciones presidenciales de 2007 precipitó su separación de Royal.

En ese momento empezó a nacer el nuevo François Hollande. En 2008 abandonó la primera secretaria del partido –que obtuvo Martine Aubry tras una guerra fratricida contra Ségolène Royal– y empezó a preparar, calladamente, su carrera hacia el Elíseo, mientras iniciaba paralelamente una transformación personal. De esta travesía emergió un hombre más delgado, con una imagen más cuidada –pelo teñido, gafas sin montura–. También menos bromista, más grave. Y desembarazado de todo afán de compromiso. Emboscado en un papel subsidiario, el suicidio político de Dominique Strauss-Kahn, el favorito, le abrió finalmente la puerta que tanto se le resistía.

En el ruedo de L'Étoile

El tratado de Presbourg, firmado por Francia y Austria en 1805, y el de Tilsit, suscrito con Rusia en 1807, tenían que haber instaurado en Europa la paz napoleónica. Pero la desmesurada y ciega ambición del emperador los arrinconó en un desván de la Historia. Hoy, Presbourg y Tilsit dan nombre a una discreta calle circular parisina que rodea modestamente la muy orgullosa plaza de Charles de Gaulle, coronada por el impresionante Arco del Triunfo mandado erigir por Napoleón. Más conocida por L’Étoile (La Estrella) en razón de su particular configuración, un total de doce avenidas desembocan en esta colosal rotonda, que convierte la plaza de Francesc Macià en un juego de niños. Nudo gordiano del tráfico de París, aventurarse en semejante carrusel –donde los semáforos brillan por su ausencia- requiere experiencia y unos nervios bien templados. Sólo con una equilibrada dosis de prudencia y determinación puede acometerse la entrada en el ruedo y enfrentarse a la multitud de vehículos que te embisten desde todos los lados y se cruzan por delante en todas direcciones.

La humilde calle de Tilsit-Presbourg, situada a su sombra, ofrece a los conductores noveles o reacios al vértigo una alternativa pacífica a la belicosa plaza central, un pausado rodeo jalonado con tranquilizadores semáforos. Eso sí, no hay que tener prisa. Para quienes circulan por los Campos Elíseos en dirección a la plaza hay aún otra posibilidad de evitar el tambor: un discreto y pequeño túnel de dos carriles y techo claustrofóbicamente bajo –poco visible, hay que conocerlo para no saltárselo- que permite atravesarlo  y conectar directamente con la avenida de la Grande Armée, al otro lado en dirección oeste. Sólo en la embocadura de estas dos avenidas –las dos principales- hay semáforos, con el fin de regular mínimamente el flujo y  ritmo de entrada de vehículos en La Estrella. No hay ninguno más. Ni en los otros diez cruces ni mucho menos en el interior de la rotonda, donde provocarían un colapso mayúsculo. Es la desregulación la que permite que este nudo viario funcione.

Quien se atreva por primera vez a probar la experiencia ha de conocer un dato esencial: a diferencia del resto de rotondas que en el mundo son y han sido, aquí los coches que entran tienen prioridad. Y no ha de dejarse amedrentar por la inveterada agresividad del conductor parisino. Una vez dentro, es la selva. Algunos amantes de las emociones fuertes le han llegado a coger el gusto y se meten en L’Étoile por diversión, como quien se sube al Dragon Khan. Así lo describía un conductor en un foro de Internet: “Es muy excitante. Es el único lugar donde se circula aguantando la respiración, armándose de valor y lanzándose a ciegas”. Lo último, más vale no tomarlo al pie de la letra.

miércoles, 25 de enero de 2012

Sarkozy vislumbra el retiro

En 1981, tras perder las elecciones frente a François Mitterrand, el entonces presidente Valéry Giscard d’Estaing se despidió de los franceses por televisión con un brusco y despechado “Au revoir!”. Acto seguido, se levantó de su silla y se dirigió hacia la puerta del despacho –a los sones de La Marsellesa– dando ostensiblemente la espalda a quienes acababan de dársela a él en las urnas. Está por ver si, en caso de que le suceda lo mismo la próxima primavera, Nicolas Sakozy se marchará también dando un portazo. Pero lo que es cierto es que está firmemente decidido a abandonar definitivamente la política. Así lo confió el pasado fin de semana a un grupo de periodistas que le acompañaban en una visita a Guyana. “En caso de fracaso, dejo la política. Sí, es una certeza”, afirmó el presidente francés, según reveló ayer Le Monde.

El comentario de Sarkozy, que habló abiertamente de su futura vida fuera del Elíseo –así sea dentro de tres meses o de cinco años–, era en principio una confidencia destinada a no ser publicada. La conversación, según había especificado él mismo, era off the record. Sin embargo, diversos medios franceses se saltaron ayer esta condición y desvelaron el contenido de las reflexiones presidenciales. Esta ruptura de las reglas del juego se ha convertido en algo habitual con Sarkozy, quien muy posiblemente habló a sabiendas de que sus afirmaciones acabarían saliendo a la luz pública.

“Tengo 56 años, hago política desde hace treinta y cinco, tengo una profesión \[abogado\], cambiaría completamente de vida, no oirán hablar más de mí si soy derrotado”, añadió el presidente francés según la agencia France Presse, uno de cuyos periodistas estaba también presente. Le Monde, por su parte, evoca otra reflexión en la que Sarkozy aludiría a la culminación de su carrera política, así gane o pierda: “De todas maneras, estoy en el final. En todos los casos, estoy confrontado al final de mi carrera”. Según el vespertino, el presidente habría repetido estas ideas en los últimos tiempos ante diferentes interlocutores –entre ellos el ex ministro Brice Hortefeux–, subrayando que su marcha de la política, en caso de derrota, sería radical y total. Nada de retomar las riendas del partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) o –aún peor– liderar una facción, en contra de lo que algunos de sus amigos le recomiendan.

Los diversos medios que tuvieron derecho a las confidencias presidenciales no coinciden, en cambio, a la hora de interpretar el estado de ánimo de Sarkozy. Según el cronista de Le Monde, el miedo a la derrota habría finalmente alcanzado al presidente francés y a una parte de su entorno. Una idea tentadora a la que no se resistieron a apuntarse algunos de sus rivales, desde el socialista François Hollande al centrista François Bayrou, pasando por el líder del Frente de Izquierda, Jean-Luc Melenchon, quien creyó saber que el presidente ha entrado en una “espiral depresiva”. La versión de France Presse, por el contrario, presenta a un Sarkozy convencido de su victoria.

En todo caso, la posibilidad de una derrota es todo menos virtual. Sondeo tras sondeo, todos los institutos de opinión vaticinan la victoria de Hollande, tanto en la primera vuelta prevista el 22 de abril –donde sacaría a Sarkozy hasta siete puntos de ventaja, según algunas encuestas–, como en la segunda, el 6 de mayo. Más preocupante aún para el presidente, las expectativas de voto de la presidenta del Frente Nacional (FN) Marine Le Pen –que algunos sitúan en el 21%– se acercan peligrosamente a las del propio Nicolas Sarkozy (23%), La posibilidad de que pudiera repetirse la sorpresa del año 2002, cuando Jean-Marie Le Pen eliminó en la primera vuelta al entonces primer ministro socialista Lionel Jospin, no puede descartarse.

martes, 24 de enero de 2012

El genocidio de la discordia

Francia ha ido hasta el final en su desafío a Turquía por el genocidio armenio. Desoyendo las amenazas de represalias –diplomáticas, políticas y económicas– lanzadas por Ankara, el Senado francés ratificó anoche la proposición de ley aprobada por la Asamblea Nacional el pasado 22 de diciembre por el cual se sancionará penalmente –con hasta un año de prisión y 45.000 euros de multa– la negación pública del genocidio armenio. Turquía niega que las masacres cometidas contra la comunidad armenia en Anatolia entre 1915 y 1917 –con un balance de víctimas que oscila, según las fuentes, entre 500.000 y 1.5 millones– fueran un genocidio. Pero una ley francesa así lo calificó en 2001. La nueva norma castiga todo negacionismo de un genocidio legalmente reconocido por Francia, lo que hasta ahora sólo afectaba al Holocausto judío.

La proposición de ley, presentada en la cámara baja por una diputada de la UMP, Valérie Boyer, fue defendida en el Senado por el ministro de relaciones con el Parlamento, Patrick Ollier, lo que subraya el compromiso del Gobierno en este asunto. Pero, pese a tener el apoyo de los grupos del partido gubernamental y del Partido Socialista (PS), a nivel individual la unanimidad está lejos de reproducir la existente en la cúpula.

El debate en el Senado fue largo y agitado, como un eco de la división que se vivía en el exterior de la cámara, con dos manifestaciones enfrentadas de miembros de las comunidades armenia y turca. Un grupo de senadores expresaron su oposición a la iniciativa, por considerar que no es al Parlamento a quien corresponde escribir la Historia y por entender que causa división entre franceses en razón de su origen.

La Comisión Legislativa de la cámara alta, presidida por el socialista Jean-Pierre Sueur, llegó incluso a emitir un dictamen negativo el pasado día 18, al considerar que la creación de un delito penal por negar el genocidio armenio podría vulnerar diversas principios constitucionales, entre ellos el de la libertad de expresión. El resultado de la votación reflejó esta fractura: la ley salió por 127 votos a favor, 86 en contra y 24 abstenciones. Un centenar de senadores se ausentaron.

¿Tiene esta iniciativa un objetivo electoralista como denuncian los portavoces de la comunidad franco-turca? En todo caso, no es nueva. Francia ya había intentado varias veces en el pasado algo similar, pero siempre había topado con las presiones de Turquía. En 1998 se presentó la primera iniciativa para reconocer el genocidio armenio, aunque ello no se produjo realmente hasta 2001. Desde entonces el proyecto de penalizar el negacionismo ha topado con numerosas dificultades, hasta la aprobación de ayer.

La comunidad armenia en Francia está integrada por entre 500.000 y 600.000 personas –la más nutrida de Europa Occidental–, llegados al país históricamente en tres oleadas migratorias y concentrados básicamente en torno a París, Marsella y Lyon. La comunidad cuenta con media docena de escuelas y con un importante Centro de Investigaciones sobre la Diáspora Armenia (CRDA), que ha realizado un amplio trabajo de recogida y conservación de documentos de la historia armenia. Pero más allá de su número, equivalente al de la comunidad turca, los franco-armenios –con destacadas personalidades en diferentes ámbitos– tienen una notable influencia.

A nivel político, la figura más destacada es el ex primer ministro Édouard Balladur –descendiente de una familia de origen armenio, los Balladurian, emigrados a Francia en los años veinte–, muy próximo al presidente de la República, Nicolas Sarkozy. También entre los amigos históricos del jefe del Estado –con quien hoy se han enfriado las relaciones– está Patrick Devedjian, ex ministro, diputado de la UMP y presidente del Consejo General del departamento de Hauts-de-Seine. El personaje más famoso de la comunidad franco-armenia, sin embargo, es un cantante genuinamente francés: Charles Aznavour, cuyo apellido original era Aznavourian. También tienen origen armenio la asimismo cantante Sylvie Vartan; el creador de moda Alain Manoukian; el ex piloto de Fórmula 1 Alain Prost; el compositor Michel Legrand el realizador Robert Guédiguian o el empresario Serge Tchuruk, co-presidente de Alcatel-Lucent, entre otros.

sábado, 21 de enero de 2012

La trampa afgana

Francia se plantea acelerar la retirada definitiva de sus tropas en Afganistán, prevista para finales de 2014, después de que ayer cuatro soldados franceses resultaran muertos y otros quince heridos –ocho de ellos graves– en uno de los peores ataques sufridos por el contingente militar francés desde 2001. Así lo anunció el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, quien informó asimismo de la suspensión provisional de todas las operaciones de formación y de apoyo al combate al Ejército Nacional de Afganistán.

El candidato socialista al Elíseo, François Hollande, que tiene al alcance de la mano la victoria en las elecciones presidenciales de esta primavera, aseguró por su parte que si sale elegido presidente repatriará a la totalidad del contingente este mismo año. A sólo tres meses de la primera vuelta, el debate sobre el calendario de la retirada de Afganistán estará forzosamente contaminado por la campaña electoral.

Francia mantiene en estos momentos a 3.600 militares en Afganistán, después de la repatriación de 400 de ellos en los últimos tres meses. De aquí a final de año tiene previsto retirar a 1.000 más. Con los fallecidos ayer, son ya 82 los soldados franceses muertos en el país asiático. El año más mortífero fue 2011, cuando hubo 26 bajas mortales.

El ataque de ayer se produjo hacia las 8 de la mañana (hora afgana) en el interior de la base militar mixta de Gwam, en la provincia de Kapisa. En aquel momento, un soldado del ejército regular afgano –posiblemente, un talibán infiltrado– disparó contra un grupo de militares franceses que estaban terminando, totalmente confiados, su sesión matinal de footing. Desarmados, sin chaleco antibalas, constituyeron un blanco fácil. El atacante alcanzó a 19 de ellos, dejando muertos a cuatro. Las víctimas pertenecían a una OMLT (Operational Mentor and Liaison Team), un equipo de consejeros integrados en un batallón afgano, informó el Ministerio francés de Defensa.

Es la segunda vez que pasa algo así. El pasado 29 de diciembre, dos legionarios franceses murieron también tras ser abatidos por un soldado afgano. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, calificó el ataque de “asesinato” y puso directamente en cuestión las “condiciones de reclutamiento” del nuevo ejército afgano, que a su juicio no ofrecen suficientes garantías.

Desde la segunda mitad del año pasado, el ejército francés ha reducido sus salidas al mínimo y suspendido sus operaciones de patrulla exterior –donde eran sistematicamente hostigados por los grupos insurgentes–, limitándose a las labores de formación y apoyo al ejército afgano. Una decisión tomada en París para reducir el número de bajas en el contexto del inicio de una retirada gradual, a la que no parecen ajenos los cálculos electorales. Lo que no esperaban los franceses era ser atacados desde dentro.

“No puedo aceptar que soldados afganos disparen contra soldados franceses”, advirtió ayer con gravedad Nicolas Sarkozy, antes de anunciar la posibilidad de adoptar una “decisión difícil”, sobre una eventual retirada anticipada, en los próximos días o semanas. El presidente francés envió inmediatamente al ministro de Defensa, Gérard Longuet, y al jefe del Estado Mayor, el almirante Édouad Guillaud, a Afganistán para evaluar las garantías de seguridad sobre el terreno. “Si las condiciones de seguridad de nuestros soldados no está garantizada, se planteará entonces la cuestión de una retirada anticipada”, aseguró. El presidente francés podría comunicar una decisión definitiva al respecto al presidente afgano, Hamid Karzai, en visita el 27 de enero en París.

viernes, 20 de enero de 2012

El desenganche de Anne Sinclair

Anne Sinclair vuela sola, otra vez. Después de once años a la sombra de su marido, Dominique Strauss-Kahn –objeto de sospecha y de escarnio en todo el mundo tras su dimisión forzosa como director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) por un escándalo sexual–, la que fuera la más grande estrella televisiva francesa de los años ochenta y noventa ha decidido regresar a la luz profesional. A sus 63 años, edad para una dorada jubilación en Francia– incluso tras la reforma de las pensiones de Nicolas Sarkozy–, Sinclair toma las riendas, como directora editorial, de la edición francesa de The Huffington Post, el primer sitio de información por internet en Estados Unidos. La fundadora del diario electrónico que lleva su nombre, Arianna Huffington, lanzará la nueva versión francesa el lunes en París.

De no haber perdido la cabeza durante siete minutos en la suite 2806 del hotel Novotel de Nueva York, el pasado 14 de mayo, tras la entrada de la camarera Nafissatou Diallo en su habitación, Dominique Strauss-Kahn estaría hoy en plena campaña electoral camino del Elíseo y Anne Sinclair estaría a su lado, como fiel y exigente escudero, para apuntalar a su hombre a la máxima magistratura de la República. Pero el destino no está escrito y el de la pareja Strauss-Kahn-Sinclair basculó brutalmente hace ocho meses.

El regreso de Anne Sinclair al periodismo activo tiene algo de ruptura personal, de recuperación de una independencia que había sido voluntariamente puesta en sordina en beneficio de la ambición política de su marido. Si el matrimonio sigue formalmente unido –y empeñado en plantear batallas judiciales contra toda aquella publicación que lo ponga en duda–, parece fuera de duda que el equilibrio de la pareja ha cambiado.

Criticada por las feministas debido a su monolitico apoyo a su marido, Anne Sinclair reivindica en una entrevista con las revista femenina Elle la “decisión” de respaldarle pese a la gravedad de algunas acusaciones y sus aireadas infidelidades. “No soy ni una santa ni una víctima, soy una mujer libre”, remarca. “El apoyo incondicional no existe. Uno apoya si decide hacerlo. Nadie sabe lo que pasa en la intimidad de las parejas y niego a cualquiera el derecho de juzgar la mía”, añade.

La llegada de Sinclair a la dirección de la edición francesa de The Huffington Post ha levantado ya las primeras suspicacias en la redacción del diario Le Monde, que participa en la operación como asociado y presta como plataforma su sitio web Le Post. La pregunta que inevitablemente se hacen los periodistas es si el nuevo diario electrónico seguirá el inagotable culebrón Strauss-Kahn –acusado ahora por un feriante de haber aceptado sobornos en los años noventa–. “Trataremos los temas de información que se presenten, sean los que sean”, responde la nueva directora

jueves, 19 de enero de 2012

Verborrea universal

“No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio”, dice un proverbio árabe. Hermoso, o simplemente interesante, no hace falta ser
muy sagaz para concluir que se trata de una enseñanza largamente desatendida. Hombres y mujeres nos dedicamos desde hace milenios -con desigual ímpetu según las personas, es cierto- a hablar por hablar, como si el silencio fuera una amenaza. Hablar, hablar sin cuento, aún a riesgo de repetir banalidades, parece ser una imperiosa necesidad humana. Una pasión exacerbada hoy por Internet y multiplicada de forma exponencial a través de las redes sociales. Millones de personas en todo el mundo se creen hoy en la obligación de transmitir inmediatamente sus impresiones o pensamientos a toda la galaxia y de atender en correspondencia, en todo momento y al instante, el más mínimo comentario de sus contactos a través de Facebook o Twiter.

Todo lo que a uno le pasa por la cabeza –y a veces lo
que ni siquiera llega a pasarle por ella- no sólo puede,
sino que debe ser volcado en este ensordecedor diálogo universal. Si uno no lo hace, deja virtualmente de existir… Y sin embargo, una ingente cantidad de esos micro-mensajes que
navegan por el ciberespacio, de esos comentarios colgados por los internautas al pié de cualquier artículo o información, son totalmente superfluos. Escribimos muchas veces por escribir, como hablamos por hablar. Sin pensar. ¿Quién tiene tiempo para pensar? Permanentemente conectados al resto del
mundo, distraídos por los miles de mensajes que nos
llegan a través de las pantallas –cada vez más numerosas-, no nos damos tiempo ni espacio para quedarnos con nosotros mismos y nuestros pensamientos. Huimos del vacío digital como huimos del silencio. Basta observar en el metro: quien no repasa obsesivamente su smartphone o su i-Pad, se aísla escuchando su música preferida en su MP3, escudado en sus auriculares.

El compositor japonés Ryuchi Sakamoto se quejaba hace poco de esta saturación sonora.
“Ahora tenemos música por todas partes pero ya no queda tiempo para escucharla de
verdad, para amarla. Es bueno aparcar tanta información y vaciar el cerebro. Es necesario
para crear”. El silencio, el vacío, el tiempo muerto, son imprescindibles para meditar y para
que la reflexión fructifique. “La búsqueda del silencio y de la interioridad van parejos. Estar
confrontado al silencio es estar confrontado a sí mismo. Un paseo en silencio por el
campo, por el bosque o al borde del mar nos coloca en un estado de disponibilidad
absoluta”, remarcaba a su vez en L’Express el antropólogo David Le Breton, autor del libro
“Du silence”. Ahora bien, el mundo de hoy está saturado de ruido. De ruido. De imágenes.
De palabras.

El mundo se acelera a nuestro alrededor y nosotros con él. Asaltados por todas partes y
sin descanso con miles de informaciones, acabamos arrastrados por el torbellino de esta
aceleración, convirtiéndonos en adictos a una falsa sensación de urgencia. Así lo ve el
físico y filósofo Étienne Klein, director de investigación del Comisariado francés de la
Energía Atómica (CEA), quien subraya los inquietantes efectos secundarios de este estado
de permanente hiperactividad y velocidad: “Somos víctimas de una crisis de paciencia. Las
imágenes, los discursos, los acontecimientos que se suceden, este exceso de realidad nos
asedia y nos impide reflexionar sobre lo que sucede realmente”.

Un gurú de las nuevas tecnologías, el norteamericano Nicholas G. Carr, dice algo
parecido. Carr ha convertido en best-seller en Estados Unidos un libro – “The Shalows:
What the Internet is doing to our brains” (“Los superficiales: lo que Internet está haciendo a
nuestros cerebros”)- en el que describe cómo el funcionamiento de la red, con su
multiplicidad de estímulos, está modificando a su vez el funcionamiento de nuestro
cerebro, hasta el punto de volverlo incapaz de concentrar la atención de forma duradera en
una sola cosa. El autor confiesa que empezó a preocuparse cuando se descubrió a sí
mismo inhábil para prestar atención a algo más de dos minutos seguidos, así como para
leer sin dificultad un texto largo. ¿Nos acabaremos volviendo todos idiotas, como sugiere
el título de la traducción francesa (Internet rend-il bête?)?

“Para mí, como para otros, Internet se ha convertido en un medio universal, el conducto de
la mayor parte de la información que fluye a través de mis ojos y mis oídos hacia mi mente.
Las ventajas de tener un acceso inmediato a tan increíble almacén de información son
muchas, y han sido ampliamente descritas y debidamente aplaudidas. (…) Pero este
beneficio tiene un precio. (…) Internet está reduciendo mi capacidad de concentración y
contemplación. Mi mente, ahora, espera recibir la información de la forma en que Internet
la distribuye: en una veloz y emocionante corriente de partículas. Antes yo era un
submarinista en el mar de las palabras. Hoy paso como un rayo sobre la superficie como
un muchacho en una moto acuática”, escribe.

Nuestro cerebro cambia y se adapta a Internet como el de los taxistas londinenses que,
obligados a aprenderse el callejero de Londres, desarrollaron –según demostró un célebre
estudio- la zona del cerebro que gobierna el sentido de la orientación y almacena los
recuerdos. Los neurólogos y los psiquiatras coinciden en señalar que la navegación por
Internet, ese “surfeo” compulsivo de una ventana a otra, activa ciertas partes del cerebro,
mientras deja otras –las de la memoria y el lenguaje- en segundo plano.

No hace falta ser un retrógrado carpetovetónico, alérgico a las nuevos medios de
comunicación, para preocuparse por esta deriva. Militante defensor de Internet como
instrumento de comunicación y de relación social – “Los amigos son localizables sin
problema, las relaciones profesionales son más fáciles, la familia se mantiene unida y el
tiempo ganado permite desarrollarse”, opina-, William Powers, periodista del Washington
Post y autor de otro éxito editorial -Hamlet’s Blackberry- considera también necesario
repensar la forma que tenemos de utilizar las nuevas tecnologías.

“Nuestra preocupación principal –escribe- ya no es estar en contacto, sino anular la
posibilidad de no estarlo. Es vivir en un estado de fusión con el mundo, compartir cada
instante. Evidentemente, es un engaño, pues en realidad no estamos presentes en el
mundo. No miramos más que a través de objetivos y pantallas interpuestas. Hemos
perdido algo esencial que nos hace cruelmente falta: la profundidad. Tanto del
pensamiento como de los sentimientos. Nos quedamos en la superficie de las pantallas
como de nuestras vidas (…) Yo milito igualmente por el vacío, el tiempo muerto, sin los
cuales no hay ninguna esperanza de aburrimiento. Ahora bien, sin aburrimiento no hay
imaginación y, en consecuencia, tampoco creación posible”.

Vehículo incomparable de comunicación, de información y de entretenimiento, Internet es
un instrumento de una potencia colosal… a manejar con tanta cautela como la
nitroglicerina. Una distracción, y el mundo que se ofrece ante nosotros bajo la bandera de
la libertad puede acabar esclavizándonos. Un paso en falso, y el abrumador caudal de
información que se nos echa encima nos vaciará el cerebro a base de saturarlo y de
fragmentarlo. En nuestras manos está evitar ser abducidos por el huracán: basta levantar
regularmente el dedo índice y pulsar la tecla “off”.

martes, 17 de enero de 2012

El amigo del Elíseo

Cuentan en los mentideros diplomáticos franceses, sin que la exactitud de la anécdota haya podido ser verificada, que las cosas empezaron a ir mal entre Jacques Chirac y José María Aznar cuando éste, tras ser elegido presidente del Gobierno español, decidió suspender el envío anual al Elíseo de un jamón de Jabugo, una tradición que con sagacidad meridional había instaurado su antecesor, Felipe González. Cierto o no, el rumor tiene la virtud de ilustrar el profundo desencuentro personal y político –éste, en cambio, bien real– que empañó las relaciones franco-españolas entre los años 1996 y 2004.

Las afinidades ideológicas, en el supuesto de que las hubiera entre el neoliberal y atlantista Aznar y el orgulloso león gaullista Chirac, no resultaron ser una base suficiente para construir una relación bilateral privilegiada. Por el contrario, las desavenencias personales y sobre todo políticas –el presidente francés nunca perdonó la traición del español al alinearse con Washington en la guerra de Iraq en 2003– lastraron durante largo tiempo la amistad entre París y Madrid. Sin que por ello se resintiera –todo hay que decirlo– la cooperación contra ETA. Fue con Chirac en el Elíseo que la colaboración en la lucha antiterrorista, de una importancia capital para España, experimentó el salto definitivo. Con Chirac en el Elíseo... y con un tal Nicolas Sarkozy en el Ministerio francés del Interior (2002-2004 y 2005-2007)

Si el presidente francés recibirá mañana en Madrid, de manos del rey Juan Carlos, la más alta distinción española, el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, se debe ante todo y por encima de todo a su inquebrantable compromiso con España en contra del terrorismo etarra, con independencia del Gobierno de turno. Ajeno a la pulsión cainita de la política española, Sarkozy tejió en esta época estrechos vínculos personales con Ángel Acebes y Alfredo Pérez Rubalcaba.

El restablecimiento de la sintonía entre París y Madrid no data, sin embargo, del ascenso de Sarkozy a la presidencia de la República en 2007, sino que se debe al golpe de timón que, a partir de 2004, imprimió a la política exterior española José Luis Rodríguez Zapatero, decidido a reconstruir el vínculo que Felipe González había establecido con París y Berlín, motor incontestable –y ahora más que nunca– de la Unión Europea. “La llegada al poder de José Luis Zapatero (sic) en 2004 aceleró el acercamiento entre los dos países”: con estas palabras arranca el capítulo dedicado a España en la web oficial del Ministerio francés de Asuntos Exteriores. Denostado y ridiculizado hoy en España, Zapatero siempre ha sido tratado con respeto y reconocimiento a este lado de los Pirineos. Para Sarkozy, el presidente español siempre fue un aliado leal y fiable.

Si el presidente francés se batió para que España estuviera presente de forma permanente –aunque fuera con la innoble etiqueta de “invitado”– en el grupo del G-20 se debe a la extraordinaria sintonía que ha existido estos últimos años entre París y Madrid. “España es el país europeo con el que espontáneamente estamos de acuerdo en más cosas”, subrayó tiempo atrás un alto diplomático del Quai d’Orsay.
¿Seguirá siendo así en igual medida con Mariano Rajoy? No tiene por qué no. Sarkozy, a diferencia de Chirac, siempre ha tenido una relación fluida con la dirección del PP, y estableció lazos de amistad con Aznar, de quien siempre ha admirado su determinación y visión política. Con Rajoy, la relación ha sido más distante. Ambos hombres se conocen, pero no han tenido hasta ahora una relación muy estrecha. En cualquiera de los casos, en la carta de felicitación que el presidente francés envió al español tras su triunfo electoral incluyó un nada protocolario “Cher Mariano”.

Torpedo en la línea de flotación

Nicolas Sarkozy se jugó la carta de la credibilidad a la salvaguarda de la triple A –elevada a la categoría de “causa nacional”– y ha perdido. La degradación de la nota de la deuda soberana francesa decidida por Standard & Poor’s –de AAA a AA+– tendrá sin duda consecuencias financieras y económicas, todavía difíciles de evaluar, pero los daños políticos no se han hecho esperar. El torpedo lanzado por S&P a la línea de flotación del presidente francés ha abierto un boquete de enormes proporciones por donde se precipitaron ayer con furia todos los partidos de la oposición. A cien días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Sarkozy sale tocado, desestabilizado.

“Es toda una política la que ha sido degradada”, martilleó a primera hora de la mañana –las 8.30h– en una declaración televisada el candidato socialista al Elíseo, François Hollande, quien remachó el clavo diciendo: “Es la credibilidad de la estrategia conducida desde 2007 la que ha sido puesta en cuestión. Una estrategia carente de coherencia, de constancia, de clarividencia y sobre todo de resultados”. El resto de rivales electorales –Marine Le Pen (FN), François Bayrou (MoDem), Eva Joly (Europa Ecología-Los Verdes), Jean-Luc Melenchon (Frente de Izquierda)...– siguieron el mismo camino.

Los efectos económicos de la decisión de la agencia de notación norteamericana son inciertos. Reiteradamente anunciada, la degradación de la calificación francesa ya ha sido asumida de hecho por los mercados financieros, que desde hace meses imponen a la deuda francesa tipos de interés superiores a los de Alemania. Desde este punto de vista, el primer ministro, François Fillon, llamó a “no dramatizar” la situación y negó que la degradación de la nota vaya a exigir un nuevo plan de austeridad. El jefe del Gobierno francés reconoció, eso sí, la posibilidad de realizar algunos “ajustes” si, como se teme, el crecimiento económico en 2012 se confirma por debajo de las previsiones iniciales del Ejecutivo, que lo situó en un 1% del PIB.

Otra cosa son las consecuencias políticas. Como escribía ayer en su editorial el director de Le Monde, Erik Izraelewicz, la degradación de la nota francesa “es a la vez un no-acontecimiento financiero y un verdadero electroshock político”. Víctima de una venganza como algunos sugieren o de su propia imprudencia, o de ambas, Sarkozy sale en cualquier caso debilitado, tanto a nivel interno –en clave electoral– como europeo –en relación con Alemania. Y ata a Francia al grupo de países de la Europa del Sur.


La irritación del Elíseo

Ni una palabra ha salido hasta ahora de los labios de Nicolas Sarkozy ante le pérdida por parte de Francia de la nota triple A de su deuda soberana, cuyo mantenimiento se había convertido para el presidente francés en una “causa nacional”. Pero el estado de ánimo que dejaban traslucir algunos de sus colaboradores da una idea de la enorme irritación que existe en el Elíseo. “Hacer esto la semana en que los mercados europeos se normalizaban, como ha remarcado Mario Draghi [presidente del Banco Central Europeo], indica que tenemos que vérnoslas no ya con bomberos pirómanos sino con perversos graves”, lanzó contra Standard & Poor’s el economista y ensayista Alain Minc, uno de los más próximos consejeros externos del presidente francés. Un colaborador de Sarkozy, en este caso del Elíseo, citado por Le Monde, dejó traslucir también su cólera diciendo: “El error fue no haber pulverizado a las agencias [de notación] después de la crisis de las subprimes, a principios de 2009”.


viernes, 13 de enero de 2012

Cien días para el Elíseo

“El cambio, es ahora”, rezan los carteles electorales colgados en los muros semidesnudos de la recién estrenada sede del equipo de campaña del candidato socialista al Elíseo, François Hollande, un viejo caserón situado frente a la Unesco. A cien días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas –el 22 de abril,– el cambio que pretende encarnar el ex primer secretario del Partido Socialista, hoy en el papel de electrón libre, parece al alcance de la mano. Como en 1981 con François Mitterrand.

Y sin embargo, conforme la cita se aproxima, la certidumbre de una victoria de la izquierda se debilita. El presidente saliente, Nicolas Sarkozy, tanto más temible cuanto que está contra las cuerdas, se le acerca a marchas forzadas: 28% a 26% es la exigua ventaja que el candidato socialista sacaría hoy a su rival en la primera vuelta. Todo está abierto. Todo puede pasar. Incluida una sorpresa por parte de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, que acreditada con un apoyo cercano al 20% podría repetir la hazaña de su padre, que en 2002 descabalgó al primer ministro socialista Lionel Jospin.

La crisis económica, que ha dado cuenta de numerosos gobiernos en Europa, ¿pondrá también fin a la presidencia de Sarkozy? ¿o por el contrario puede salvarle de una derrota cantada? A priori, el actual presidente francés, con una impopularidad crónica desde principios de 2008, parecería destinado a acabar como Valéry Giscard d’Estaing, lastrado por la crisis del petróleo y caído tras un único mandato. Sarkozy tiene además la rara condición de ser el único presidente saliente de la V República que acude a la reelección sin ser el favorito. Lo era Giscard en 1981, lo era Mitterrand en 1988, lo fue Jacques Chirac también en 2002... Pero el guión aún no está escrito. Y la crisis podría acabar siendo un revulsivo.

A juicio del politólogo Stéphane Rozès, presidente de la sociedad Consejos, Análisis y Perspectivas (CAP) y profesor en Sciences Po, si las distancias entre los dos principales aspirantes se estrechan se debe en parte a la crisis. “Hace unos meses, el divorcio entre Sarkozy y los franceses era muy importante. La crisis le permite construir una nueva relación con el país, asumiendo la postura del salvador. Francia camina al borde del precipicio y Sarkozy es el primero de la cordada”, explica gráficamente.

Una opinión con la que coincide otro Dominique Reynié, director de la Fundación para la Innovación Política, quien decía en las páginas de Le Parisien: “En Europa, elección tras elección, los poderes salientes son derrotados. Pero los franceses pueden juzgar también que el presidente tiene la experiencia de la crisis y optar por un voto de seguridad, a falta de un voto afectivo”.

Nicolas Sarkozy, que todavia no ha anunciado oficialmente su candidatura y exprime al máximo las ventajas del cargo, juega descaradamente esta carta. Valiéndose de su remarcable gestión de la crisis, el presidente francés se presenta como el hombre providencial, como la figura con la capacidad, experiencia y determinación necesarias para gobernar el buque en medio de la tempestad, frente a un aspiramte –Hollande– presentado como débil, incoherente e inexperto. En la recta final muestra un activismo desbordante, con proyectos de reforma –financiación de la protección social a través de los impuestos, tasa sobre las transacciones financieras...– que buscan subrayar la imagen de un hombre que además de hablar, actúa.

Atacado con furia y sin descanso por un plantel de segundas figuras del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el candidato socialista encaja la ofensiva con la serenidad de un combatiente de judo, por utilizar la comparación del veterano analista Alain Duhamel, esperando que su rival caiga por su propia fuerza. ¿Le bastará? Debilitado, a juicio de Rozès, por haber dado la impresión de dejarse “canibalizar” por su partido, Hollande se la juega con la presentación de su proyecto presidencial, programada para finales de este mes. “Algunos de sus colaboradores dicen que la impopularidad de Sarkozy es suficiente para la victoria. Se equivocan, Sería muy peligroso para Hollande esperar pasivamente”, opina.

Ni Hollande ni Sarkozy pueden dormirse en los laureles, pues acechan emboscados otros dos candidatos: Marine Le Pen (19% de intención de voto) y el centrista François Bayrou (12%). Especialmente peligrosa es –en este caso para Sarkozy– la líder del Frente Nacional, que en un año ha conseguido lavar la cara del partido y limarle las aristas más extremistas, combinando un discurso socialmenye próximo a la izquierda y políticamente nacionalista y antieuropeo. Hasta el punto de seducir a casi una tercera parte de la opinión pública (ver información adjunta). En estas circunstancias ¿puede Le Pen pasar a la segunda vuelta como hizo su padre en 2002? “Es totalmente posible”, opina Rozès.


Las ideas del FN atraen al 31% de los franceses

Poco a poco, las ideas del Frente Nacional han ido calando en la sociedad francesa. Un sondeo de TNS Sofres publicado ayer por Le Monde señala que el 31% de los franceses se identifica con las ideas del partido fundado por Le Pen, nueve puntos más que hace un año. Este espectacular aumento coincide con el mandato de Marine le Pen al frente del partido. Otra encuesta reciente, de Viavoice para Libération, constató que el 30% de los franceses no excluyen votar por la líder del FN.

jueves, 12 de enero de 2012

El último driblaje de Eric Cantona

Eric Cantona, King Eric, va camino de instalarse de forma permanente en el papel de aguijón de la sociedad francesa, una suerte de Pepito Grillo, radical y simpáticamente malcarado, defensor del pueblo. Después de haber hecho un llamamiento a los franceses a finales de 2010 a retirar su dinero de los bancos en protesta por su papel en la crisis financiera –cosa que finalmente casi nadie hizo, empezando por el propio ex futbolista–, la antigua estrella del Manchester United amagó ayer con presentar su candidatura al Elíseo con el fin de agitar el debate sobre el problema de la vivienda en Francia. Su golpe de efecto dio en la diana, al obligar a los partidos a pronunciarse y prometer abordar el problema. Desde la UMP al PS, todos se apresuraron a darle la razón.

Quien, en cambio, no parece tener ninguna intención de apresurarse a desvelar sus verdaderas intenciones es el propio Cantona, cuya candidatura es totalmente incierta. A través del diario Libération, el ex futbolista, que se presenta a sí mismo como “ciudadano comprometido”, anunció ayer su intención de solicitar las 500 firmas de cargos electos necesarias para presentar su candidatura, aunque dando a entender que no tiene intención de optar realmente a la presidencia de la República. En la carta enviada a los cargos electos no expresa en ningún momento su intención de formalizarla. Tampoco lo contrario.

El paso dado por Cantona no es, en realidad, una iniciativa personal, sino una idea de la Fundación Abbé Pierre, una asociación humanitaria especializada en ayudar a las personas sin techo o con problemas de vivienda. Así lo admitió públicamente el delegado adjunto de la organización, Christophe Robert, quien enmarcó la pseudo-candidatura del ex futbolista en la campaña de recogida de firmas lanzada por la fundación para sensibilizar a los poderes públicos sobre el problema de la vivienda. De hecho, la web www.ericantona.fr conduce a la de esta campaña, con la que se persigue arrancar compromisos concretos de las fuerzas políticas en este terreno: desde construir 500.000 nuevas viviendas –de las cuales 150.000 sociales– a regular los alquileres y los precios inmobiliarios, entre otros.

Como hiciera en 2006 el actor Augustin Legrand –alma de la organización Los Hijos de Don Quijote–, con sus acampadas de personas sin techo junto al Canal de Saint Martin, Eric Cantona ha conseguido con su gesto reabrir el debate sobre el problema de la vivienda. Pero, ¿lo llevará hasta el final¿ ¿formalizará su candidatura, como hiciera en 1981 el humorista Coluche, para hacer oir su voz durante la campaña? ¿O quedará en una mera amenaza?

Todo indica que la intención de Cantona y los responsables de la Fundación Abbé Pierre es forzar a los aspirantes al Elíseo a asumir por escrito una serie de compromisos en materia de vivienda, una suerte de contrato como el que el periodista de televisión Nicolas Hulot –popular presentador de programas sobre la naturaleza– impuso a todos los contendientes de 2007 en materia de protección del medio ambiente. La presentación del informe anual de la Fundación Abbé Pierre el próximo 1 de febrero en París puede ser el momento para formalizar ese compromiso.

Nacido en Marsella hace 45 años, Eric Cantona se inició en el fútbol en Francia, pero fue en el Reino Unido donde se convirtió en una estrella en la primera mitad de los años noventa (los aficionados del Manchester le eligieron como el mejor jugador de la historia del club). Impetuoso e imprevisible, Cantona destacó por su innegable talento con el balón, pero también por su actitud provocadora e incluso violenta. Retirado en 1997 y casado con la actriz y realizadora Rachida Brakni, el ex jugador inició entonces una segunda carrera como actor de cine y de teatro. En la actualidad está de gira con la obra “Ubú encadenado”. Su popularida le ha llevado a protagonizar numerosos anuncios de publicidad, desde coches a maquinillas de afeitar, pasando por juegos de azar por internet. No todo se ha de hacer por filantropía...

lunes, 9 de enero de 2012

Entre 'Merkozy' y 'Sarkel'

La tasa Tobin se aplicará en Francia antes que en ningún otro país de la Unión Europea... O no. Pero, al anunciarlo así, por primera vez en los últimos seis meses Nicolas Sarkozy –gran prestidigitador que domina como nadie el arte del anuncio– habrá conseguido transmitir a la opinión pública francesa la imagen de un presidente con iniciativa. Un líder que marca el camino a los demás y que no se limita únicamente a seguir a rebufo del todopoderoso amigo alemán, como venía pasando desde el último verano. Para al presidente francés, a menos de cuatro meses de las elecciones al Elíseo en las que se juega una difícil reelección, ese fabuloso personaje híbrido popularmente bautizado como Merkozy –369.000 entradas en Google– se ha convertido en un lastre político.

Una sangrante parodia emitida la pasada Nochevieja por la televisión alemana ARD sobre la pareja Merkozy, basada en un espacio cómico británico de los años sesenta –Dinner for one (Cena para uno)–, resume la trampa mortal que esa imagen soldada representa para Sarkozy. En el sketch, la canciller alemana aparece como la señora de una gran mansión, sentada a una mesa donde no hay ningún otro comensal, mientras el presidente francés es mostrado como su lacayo. Metáfora sarcástica de una cumbre europea, Nicolas Sarkozy es presentado por la voz en off como un “leal servidor”, siempre presto a rellenar la copa de su ama y a seguir sus instrucciones: “Señora Merkel, ¿el mismo procedimiento que en la última cumbre?”, pregunta solícito a la canciller...

El último Consejo Europeo, celebrado en Bruselas los pasados 8 y 9 de diciembre, representó la apoteosis de la pareja Merkozy. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy impusieron a todos los demás socios de la Unión Europea –salvo el Reino Unido, que se quedó complatemente solo– la adopción de un nuevo tratado para establecer una férrea disciplina prespuestaria y una mayor coordinación económica. En la larga y dificil negociación que precedió entre París y Berlín, el presidente francés consiguió que los alemanes aceptaran la constitución de un gobierno económico de la zona euro, algo que dos años antes habían rechazado con cajas destempladas, y logró rebajar el grado de intervencionismo propuesto por Berlín en materia de control presupuestario.

Pero nada de todo esto pudo enmascarar la evidencia de que, en lo fundamental, fue Alemania la que impuso sus puntos de vista en la gestión de la crisis de la deuda. Nada de recurrir al Banco Central Europeo (BCE), nada de implantar euro-obligaciones, nada de lo que Francia proponía. Detrás de Merkozy, del denostado y temido Directorio Europeo, hay un creciente desequilibrio entre ambas riberas del Rhin, que deja a París un papel subalterno.

El ex primer ministro italiano Romano Prodi deploró ayer esta deriva en una entrevista publicada por el Corriere della Sera. “Francia debe recomponer la unidad europea, no servir de rueda de recambio a Alemania”, afirmó Prodi, quien lamentó que París haya “dejado de ser el cemento de Europa”. El ex jefe de Gobierbno italiano, sin embargo, ha creído ver un cambio de actitud en el presidente francés: “Con la crisis que comienza a hacer sentir sus efectos, Francia también está en riesgo y Nicolas Sarkozy ha comprendido que no puede continuar siguiendo a Alemania”, afirmó.

El presidente francés tendrá oportunidad de demostrar hasta qué punto es así en el almuerzo de trabajo que mantendrá hoy en Berlín con la canciller Merkel para preparar el Consejo Europeo del 30 de enero. En su cartera, Sarkozy lleva los tres asuntos que considera prioritarios más allá de la mera política de austeridad presupuestaria, y que ya anunció en su discurso de Fin de Año a los franceses: el impulso de las políticas activas de empleo y la formación de los parados; la reducción de los costes que pesan sobre la competitividad de las empresas –pasando a financiar la protección social a través de los impuestos–, y la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras, que presenta como una cuestión moral.

Sarkozy necesita retomar la batuta si no quiere estrellarse en las urnas dentro de tres meses y medio y abandonar precipitadamente el Elíseo como tuvo que hacer Valéry Giscard d’Estaing en 1981. Para ello, Merkozy debe dejar un poco de espacio a Sarkel.



Sarkozy pisa los talones a Hollande

Nada está jugado. Y si algo desmuestran los sucesivos sondeos de intención de voto es que la opinión pública francesa se va moviendo conforme se acerca la cita de las elecciones presidenciales, previstas para el 22 de abril y el 6 de mayo próximos. La última encuesta, realizada por Ifop para el Journal du Dimanche, confirma la recuperación de la expecativa de voto de Nicolas Sarkozy, que se acerca peligrosamente a François Hollande. El candidato socialista se mantiene en cabeza en la primera vuelta, pero ya tan sólo con dos puntos de ventaja (28% a 26%), cuando en octubre, hace tres meses, la distancia era de diez... Las proyecciones de la segunda vuelta siguen vaticinando una victoria clara del presidenciable socialista sobre Sarkozy (54% a 46%), pero nuevamente aquí la ventaja de Hollande se ha estrechado, pues hace sólo un mes era de doce puntos (56% a 44%), mientras que ahora es de ocho. Con todo, Sarkozy –primer presidente saliente que no parte como favorito– aún está lejos de tenerlo ganado. El sondeo constata asimismo un ligero retroceso de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, quien sin embargo se mantiene en tercer lugar con una intención de voto el 19%. Por detrás, a siete puntos de distancia, le sigue el centrista François Bayrou, quien fue el tercer hombre de las elecciones en 2007. La ecologista Eva Joly, con sólo un 3%, roza por su parte la catástrofe.



Tasa Tobin, oposición en casa

El sector financiero francés se sumó ayer al coro de opositores a la idea de Nicolas Sarkozy de aprobar, de forma unilateral, la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras al estilo de la imaginada por el economista norteamericano James Tobin a principios de los años setenta. La organización Paris Europlace, que agrupa a 150 bancos, intermediarios financieros, aseguradoras, inversores y sociedades de gestión, expresó en un comunicado su rechazo a tal medida y advirtió que su adopción unilateral, sin un acuerdo “al menos” en la Unión Europea, “debilitaría la economía francesa”. El presidente francés anunció esta semana su intención de aprobar esta tasa sin esperar a un acuerdo.
Paris Europlace sostiene que una decisión semejante comportaría “ineluctablemente” la deslocalización de las actividades así gravadas hacia otras plazas financieras, como le sucedió a Suecia –ahora opuesta a tal medida– cuando la aprobó por su cuenta en los años noventa. La organización alerta asimismo de que esta imposición sobre las transacciones financieras costaría muy cara a los bancos franceses, tanto más cuanto que se añadiría a los costes derivados de las nuevas exigencias en materia de fondos propios del acuerdo Basilea 3. Todo lo cual, subraya, “agravaría las condiciones de financiación de nuestras empresas y del conjunto de la economía”. Los problemas en este terreno, en cualquier caso, ya existen hoy y algunos sistemas especiales de pensiones de grandes empresas públicas –SNCF, EDF–, hospitales y administraciones locales, han empezado a tener dificultades para cubrir sus necesidades de crédito.
El único representante gubernamental en reaccionar fue el secretario de Estado de Vivienda, Benoist Apparu, quien confirmó la intención del Gobierno de llevar un proyecto de ley sobre la materia al Consejo de Ministros durantes el mes de febrero. “No es porque los financieros digan que no quieren impuestos que les vamos a escuchar”, declaró.
La izquierda, favorable a la implantación de la Tasa Tobin, observa con recelo la iniciativa del presidente francés. “Esperamos que Nicolas Sarkozy demuestre su capacidad para convencer a sus socios europeos, pues todo el mundo sabe que es a nivel europeo que esta tasa debe aplicarse”, subrayó Manuel Valls, portavoz del candidato socialista al Elíseo, François Hollande.
Los socios europeos, particularmente Berlín y Roma, ya se han pronunciado por una adopción de la medida a nivel europeo y no entienden la iniciativa francesa. Sarkozy tendrá oportunidad de explicársela hoy a la canciller alemana, Angela Merkel, con quien se reúne en Berlín. A quien no podrá convencer es al primer ministro británico, David Cameron, quien reafirmó su frontal oposición a una medida –calificándola de “nefasta”– que perjudicaría a la City. “Si los franceses quieren aplicarla en su país, son libres de hacerlo”, zanjó.

domingo, 8 de enero de 2012

Sarkozy invoca a Juana de Arco

Juana de Arco, uno de los mitos fundacionales de la identidad francesa, ha hecho su aparición en la campaña electoral para el Elíseo. A menos de cuatro meses para las elecciones presidenciales –el 22 de abril y el 6 de mayo–, Nicolas Sarkozy invocó ayer la legendaria figura de La Doncella de Orléans, heroína de la Guerra de los Cien años contra Inlgaterra, para reivindicar el patriotismo y el espíritu de unidad nacional, en lo que constituye una opa hostil contra la extrema derecha, que en los últimos años se ha apropiado de este símbolo.

El fundador y la presidenta del Frente Nacional (FN), Jean-Marie y Marine Le Pen, que tienen previsto realizar hoy su anual homenaje a la santa, reaccionaron vivamente al asalto, acusando al presidente francés de “correr detrás del Frente Nacional”. Entiéndase, de robarle la cartera. “Yo tengo convicciones más fuertes, tengo un corazón más puro y piernas más largas, y le será muy difícil atraparme”, ironizó Marine Le Pen. “Juana de Arco no pertenece a ningún partido, a ninguna facción, a ningún clan”, replicó Sarkozy desde Vaucouleurs, ciudad de la que partió la joven en 1429 en busca del rey Carlos VII para movilizar la resistencia francesa frente a los ingleses.

La reelección de Sarkozy, en estos momentos harto comprometida, dependerá en gran medida de lo que haga el electorado popular de extrema derecha. En 2007, el hoy presidente francés consiguió atraerse al grueso de los electores del FN, que con un 8,6% perdió la mitad el apoyo recibido cinco años antes. Las cosas, sin embargo, han cambiado y hoy los sondeos otorgan a Marine Le Pen una expectativa de voto de entre el 16% y el 20%, lo que agita en la derecha el temor de “un 21 de abril al revés”, en alusión a la sorpresa dada por el FN en las elecciones presidenciales de 2002, en las que el viejo Le Pen pasó a la segunda vuelta en detrimento del candidato socialista, el entonces primer ministro Lionel Jospin. Algunos dirigentes del partido de Sarkozy, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), no ocultan su preocupación por el ascenso silencioso de la extrema derecha en los barrios obreros. De ahí la tentación de plantear batalla en su terreno y sobre sus temas preferidos: patriotismo, identidad nacional, inmigración, seguridad...

El desplazamiento del presidente francés a Lorena, la tierra de Juana de Arco –donde visitó también su casa natal de Domrémy-la-Pucelle–, estaba plenamente justificada por el calendario: ayer se cumplían 600 años de la fecha en que los historiadores han convenido en fijar el nacimiento probable de la heroína. Pero, en vísperas de la campaña electoral oficial, no hay gesto anodino ni gratuito. También lo entendieron así los partidos de izquierda, que criticaron con desigual intensidad el gesto de Sarkozy. La más beligerante fue, como empieza a ser habitual, la candidata al Elíseo de Europa Ecología-Los Verdes, la ex juez anticorrupción Eva Joly, quien acusó al presidente de acogerse a un “símbolo ultranacionalista”. El calificativo de Joly, cuyos orígenes noruegos son sistemáticamente sacados a colación cada vez que osa cuestionar la simbología nacio-nal –como cuando criticó el desfile militar del 14 de Julio–, difícilmente será compartido por la izquierda: como recordaba el historiador Max Gallo, hubo un tiempo en que Juana de Arco fue reivindicada por los comunistas franceses como figura precursora de la Resistencia contra la ocupación nazi en los años cuarenta.

Nicolas Sarkozy recuperó ayer la imagen de Juana de Arco como símbolo de la “resistencia francesa”, cuya acción –remarcó– contribuyó a “reforzar nuestra identidad nacional”. “Francia se encontraba \[en la época\] a punto de hundirse y desaparecer para siempre. Invadida, dividida, la lenta y paciente obra de construcción nacional parecía condenada”, subrayó el presidente francés, quien no obstante eludió hacer una comparación explícita con la situación de crisis actual.

El discurso de Sarkozy fue calculadamente comedido y sobrio. La figura de Juana de Arco, tan controvertida como misteriosa, podía dar lugar a peligrosos deslizamientos. Canonizada a principios de siglo y reivindicada en la actualidad por los católicos integristas –de los que la combativa e irreductible santa probablemente formaría hoy parte–, Sarkozy prefirió poner el acento en su perfil laico. “Para la Iglesia es una santa. Para la República, es la encarnación de una de las mayores virtudes francesas: el patriotismo, que es el amor de su país sin el odio de los otros”, dijo, obviando la faceta religiosa de su gesta.

Sarkozy también eludió extenderse en las victorias guerreras de la Doncella contra el invasor inglés –su actuación, entre 1429 y 1430, sirvió para consolidar a Calos VII en el trono y para decantar en favor de Francia el curso de la guerra– y aún más sobre el papel de Inglaterra en la condena de Juana de Arco a morir en la hoguera, acusada de herejía, el 30 de mayo de 1431 en Rouen. Las relaciones entre París y Londres ya se han enfriado suficientemente a causa de la crisis del euro como para agravar el litigio con soflamas patrióticas.

Invasores, pero no tanto

En la Guerra de los Cien Años, los ingleses defendían legítimos intereses en el continente, donde tenían posesiones en el oeste de lo que hoy es Francia. Entre los siglos XI y XV los monarcas ingleses pertenecían a una dinastía de origen francés. Fue el duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, quien en 1066 invadió Inglaterra, proclamándose rey.