sábado, 7 de junio de 2014

Deshielo en Normandía

A juzgar por la mandíbula crispada de Vladimir Putin y el semblante grave de Petro Poroshenko, el camino hacia la resolución de la crisis en Ucrania será difícil y complejo. Pero el primer encuentro entre el presidente ruso y su homólogo ucraniano ayer en Normandía, al calor de la conmemoración del 70º aniversario del Desembarco aliado en Francia contra la ocupación por la Alemania nazi, parece marcar un inicio de deshielo. El espírito de reconciliación que marcó las ceremonias pudo tener algún efecto. Aunque lo decisivo fue la acción diplomática de París y Berlín.

Los presidentes de Rusia y Ucrania se pusieron de acuerdo, según confirmó el portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, a la agencia rusa RIA Novosti, en la necesidad de lograr “lo más rápidamente posible el cese del derramamiento de sangre (en Ucrania) y de las acciones armadas por parte de ambos lados, tanto de las fuerzas armadas ucranianas como de los partidarios de la federalización de Ucrania”, esto es, de los rebeldes prorrusos que han tomado el control de varias ciudades del este del país con el apoyo de Rusia. Ambos expresaron asimismo su acuerdo en que la solución del conflicto sólo puede ser “política y pacífica”.

Este acercamiento fue propiciado, mano a mano, por François Hollande y Angela Merkel, quienes estuvieron presentes en la breve conversación que mantuvieron los dirigentes ruso y ucraniano en un aparte del almuerzo oficial de los jefes de Estado y de Gobierno de 19 países –más la Unión Europea– que se celebró en el Château de Bénouville. Fuentes del Elíseo calificaron de “avance” lo conseguido ayer, pues ambas partes hablaron de la necesidad de abrir un diálogo en los próximos días para acordar medidas concretas para un alto el fuego, aunque admitieron que éste es todavía un avance “frágil”. El objetivo europeo es que Putin reconozca oficialmente al presidente electo ucraniano –que debe ser formalmente investido hoy–, una condición que también reclama el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

El presidente francés fue quien tuvo la iniciativa de invitar –a última hora– a los actos en Normandía a Poroshenko, y en la cena que mantuvo el jueves por la noche con Putin en el palacio del Elíseo intentó persuadirle de la conveniencia de buscar una vía de salida al conflicto a través del diálogo con las nuevas autoridades de Kiev. Por su parte, la canciller alemana, que mantiene una relación mucho más fluida con el líder del Kremlin, se reunió con el presidente ruso durante una hora en la mañana de ayer en un hotel de la ciudad balnearia de Deauville y, después del encuentro con Poroshenko al margen de la comida oficial, aprovecharon los momentos muertos de la ceremonia celebrada en la playa de Ouistreham para seguir conversando. En un momento dado, el presidente ucraniano estuvo situado justo entre Putin y Merkel. Pero sin intervenir directamente.

De su parte no llegó ninguna confirmación de lo tratado con su homólogo ruso ni de su intención –o no– de detener la actuación del ejército ucraniano contras los insurgentes. Por el momento, los combates prosiguen en el este del país. Los rebeldes prorrusos aseguraron ayer estar sufriendo un ataque de las fuerzas gubernamentales con carros de combate en su feudo de Slaviansk.

El espíritu de Normandía propició asimismo un breve encuentro, de quince minutos, entre Obama y Putin, cuyas relaciones han experimentado a raíz de la crisis ucraniana una profunda degradación. Ambos abordaron brevemente la situación en Ucrania y, al decir del mismo portavoz del Kremlin, estuvieron asimismo de acuerdo en que es urgente el cese de la violencia y de las acciones militares.

La Casa Blanca no llegó a tanto. El viceasesor de seguridad nacional Ben Rhodes señaló desde Washington que el encuentro, suscitado también en paralelo al almuerzo oficial, había sido “informal” y que no podía elevarse al rango de una reunión bilateral. Sea como fuere, era la primera vez que ambos se veían cara a cara desde que Rusia ocupara la península ucraniana de Crimea y respaldara a las milicias prorrusas del este del país.

La víspera, en Bruselas, el presidente de Estados Unidos instó a su homólogo ruso a reconocer al nuevo presidente ucraniano –elegido en las elecciones del pasado 25 de mayo– y a dar un giro a su política intervencionista en Ucrania. “Si no lo hace –advirtió Obama–, si mantiene su estrategia de minar la soberanía de Ucrania, entonces no tendremos más remedio que responder”. El presidente norteamericano expresó su esperanza de que Putin cambie de dirección, señalando no obstante que estará atento “a los hechos y no a las palabras”.

A la investidura oficial hoy de Poroshenko está previsto que acudan delegaciones de 56 países. En 
representación de Rusia estará su embajador en Kiev, Mijail Zurabov.


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