Una infancia difícil en
el seno de una familia desestructurada de un barrio marginal de la banlieue de una ciudad media. Un historial de
delincuente de poca monta, que va encadenando condenas cada vez de mayor
gravedad, desde la conducción sin permiso hasta el atraco. Un proceso de conversión
al islamismo radical durante la estancia en prisión que desemboca en un
desplazamiento a Oriente Medio para ser instruido y/o combatir en la Yihad. Y,
finalmente, el regreso a Europa, dispuesto a proseguir individualmente el
combate, como un lobo solitario, determinado a perpetrar atentados contra
cualquier objetivo a condición de que sea fácil y pueda ser identificado como
un enemigo del islam...
Éste era el retrato-robot de Mohamed Merah, que en marzo del
2012 asesinó a siete personas en Toulouse y Montauban. Éste es también el
retrato-robot de Mehdi Nemmouche, el presunto autor del asesinato de cuato
personas el pasado 24 de mayo en Bruselas. Como dos clones. Un ejército de
clones, más bien, pues los servicios de información franceses tienen identificados
a más de 700 yihadistas franceses que han combatido o combaten en Siria y cuyo
retorno puede resultar explosivo. Para el primer ministro, Manuel Valls, este
“enemigo interior” es la principal amenaza en materia de seguridad en Europa.
En el caso de Mehdi Nemmouche, condenado por la justicia en
siete ocasiones, el proceso de fanatización se produjo durante su estancia en
las prisiones de Grasse y Salon-en-Provence (en el sur de Francia), entre el
2007 y el 2012, tras ser condenado a cinco años de cárcel por el atraco a mano
armada a un pequeño supermercado de Turcoing. Fue a la salida de prisión que el
sospechoso de la matanza de Bruselas viajó a Siria. Como Merah, nunca antes había mostrado ningún interés en la
religión. Como Merah, nadie en su barrio le hubiera imaginado capaz de matar a
una mosca.
Parece evidente que Nemmouche, además de presentar una
trayectoria paralela a la de Mohamed Merah, se ha inspirado en la manera de
actuar de este último. Tras asesinar a tres soldados –en venganza por la intervención
de Francia en Afganistán–, Merah escogió como objetivo a la comunidad judía y
perpetró su mayor matanza en la escuela Ozar-Hatorah de Toulouse. Nemmouche
siguió sus pasos al elegir el Museo Judío de Bruselas. Merah grabó con una
cámara portátil sus acciones. Nemmouche trató de hacer lo mismo (sin lograrlo)
Ambos presentan un modo de actuación común, que hace
extremadamente difícil prever y evitar sus acciones. Aunque formados y
sostenidos por grupos yihadistas, actúan en solitario y eligen sus objetivos de
forma individual. Al no estar integrados en ninguna estructura organizada y
camuflarse bajo una vida anodina –Merah huía de las mezquitas y los círculos
radicales–, su detección es enormemente problemática.
El pasado mes de abril, el Gobierno francés aprobó en
Consejo de Ministros un proyecto de ley para reforzar el arsenal legal contra
el reclutamiento de candidatos a la Yihad. Entre las medidas en trámite, está
la imposición de nuevas restricciones en la concesión del pasaporte, la
restauración de la obligación de una autorización paternal para viajar al
extranjero en el caso de los menores de edad y la implantación de un sistema de
atención a las familias que debería permitir recibir las primeras alertas de
radicalización.
Tras los atentados de Merah, a finales del 2012 se aprobó
una nueva ley antiterrorista que ya permite juzgar y condenar en Francia a
quienes cometan atentados en el extranjero, acudan a campos de entrenamiento de
terroristas o hagan apología de la Yihad a través de internet.
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