lunes, 9 de enero de 2012

Entre 'Merkozy' y 'Sarkel'

La tasa Tobin se aplicará en Francia antes que en ningún otro país de la Unión Europea... O no. Pero, al anunciarlo así, por primera vez en los últimos seis meses Nicolas Sarkozy –gran prestidigitador que domina como nadie el arte del anuncio– habrá conseguido transmitir a la opinión pública francesa la imagen de un presidente con iniciativa. Un líder que marca el camino a los demás y que no se limita únicamente a seguir a rebufo del todopoderoso amigo alemán, como venía pasando desde el último verano. Para al presidente francés, a menos de cuatro meses de las elecciones al Elíseo en las que se juega una difícil reelección, ese fabuloso personaje híbrido popularmente bautizado como Merkozy –369.000 entradas en Google– se ha convertido en un lastre político.

Una sangrante parodia emitida la pasada Nochevieja por la televisión alemana ARD sobre la pareja Merkozy, basada en un espacio cómico británico de los años sesenta –Dinner for one (Cena para uno)–, resume la trampa mortal que esa imagen soldada representa para Sarkozy. En el sketch, la canciller alemana aparece como la señora de una gran mansión, sentada a una mesa donde no hay ningún otro comensal, mientras el presidente francés es mostrado como su lacayo. Metáfora sarcástica de una cumbre europea, Nicolas Sarkozy es presentado por la voz en off como un “leal servidor”, siempre presto a rellenar la copa de su ama y a seguir sus instrucciones: “Señora Merkel, ¿el mismo procedimiento que en la última cumbre?”, pregunta solícito a la canciller...

El último Consejo Europeo, celebrado en Bruselas los pasados 8 y 9 de diciembre, representó la apoteosis de la pareja Merkozy. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy impusieron a todos los demás socios de la Unión Europea –salvo el Reino Unido, que se quedó complatemente solo– la adopción de un nuevo tratado para establecer una férrea disciplina prespuestaria y una mayor coordinación económica. En la larga y dificil negociación que precedió entre París y Berlín, el presidente francés consiguió que los alemanes aceptaran la constitución de un gobierno económico de la zona euro, algo que dos años antes habían rechazado con cajas destempladas, y logró rebajar el grado de intervencionismo propuesto por Berlín en materia de control presupuestario.

Pero nada de todo esto pudo enmascarar la evidencia de que, en lo fundamental, fue Alemania la que impuso sus puntos de vista en la gestión de la crisis de la deuda. Nada de recurrir al Banco Central Europeo (BCE), nada de implantar euro-obligaciones, nada de lo que Francia proponía. Detrás de Merkozy, del denostado y temido Directorio Europeo, hay un creciente desequilibrio entre ambas riberas del Rhin, que deja a París un papel subalterno.

El ex primer ministro italiano Romano Prodi deploró ayer esta deriva en una entrevista publicada por el Corriere della Sera. “Francia debe recomponer la unidad europea, no servir de rueda de recambio a Alemania”, afirmó Prodi, quien lamentó que París haya “dejado de ser el cemento de Europa”. El ex jefe de Gobierbno italiano, sin embargo, ha creído ver un cambio de actitud en el presidente francés: “Con la crisis que comienza a hacer sentir sus efectos, Francia también está en riesgo y Nicolas Sarkozy ha comprendido que no puede continuar siguiendo a Alemania”, afirmó.

El presidente francés tendrá oportunidad de demostrar hasta qué punto es así en el almuerzo de trabajo que mantendrá hoy en Berlín con la canciller Merkel para preparar el Consejo Europeo del 30 de enero. En su cartera, Sarkozy lleva los tres asuntos que considera prioritarios más allá de la mera política de austeridad presupuestaria, y que ya anunció en su discurso de Fin de Año a los franceses: el impulso de las políticas activas de empleo y la formación de los parados; la reducción de los costes que pesan sobre la competitividad de las empresas –pasando a financiar la protección social a través de los impuestos–, y la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras, que presenta como una cuestión moral.

Sarkozy necesita retomar la batuta si no quiere estrellarse en las urnas dentro de tres meses y medio y abandonar precipitadamente el Elíseo como tuvo que hacer Valéry Giscard d’Estaing en 1981. Para ello, Merkozy debe dejar un poco de espacio a Sarkel.



Sarkozy pisa los talones a Hollande

Nada está jugado. Y si algo desmuestran los sucesivos sondeos de intención de voto es que la opinión pública francesa se va moviendo conforme se acerca la cita de las elecciones presidenciales, previstas para el 22 de abril y el 6 de mayo próximos. La última encuesta, realizada por Ifop para el Journal du Dimanche, confirma la recuperación de la expecativa de voto de Nicolas Sarkozy, que se acerca peligrosamente a François Hollande. El candidato socialista se mantiene en cabeza en la primera vuelta, pero ya tan sólo con dos puntos de ventaja (28% a 26%), cuando en octubre, hace tres meses, la distancia era de diez... Las proyecciones de la segunda vuelta siguen vaticinando una victoria clara del presidenciable socialista sobre Sarkozy (54% a 46%), pero nuevamente aquí la ventaja de Hollande se ha estrechado, pues hace sólo un mes era de doce puntos (56% a 44%), mientras que ahora es de ocho. Con todo, Sarkozy –primer presidente saliente que no parte como favorito– aún está lejos de tenerlo ganado. El sondeo constata asimismo un ligero retroceso de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, quien sin embargo se mantiene en tercer lugar con una intención de voto el 19%. Por detrás, a siete puntos de distancia, le sigue el centrista François Bayrou, quien fue el tercer hombre de las elecciones en 2007. La ecologista Eva Joly, con sólo un 3%, roza por su parte la catástrofe.



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