viernes, 13 de enero de 2012

Cien días para el Elíseo

“El cambio, es ahora”, rezan los carteles electorales colgados en los muros semidesnudos de la recién estrenada sede del equipo de campaña del candidato socialista al Elíseo, François Hollande, un viejo caserón situado frente a la Unesco. A cien días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas –el 22 de abril,– el cambio que pretende encarnar el ex primer secretario del Partido Socialista, hoy en el papel de electrón libre, parece al alcance de la mano. Como en 1981 con François Mitterrand.

Y sin embargo, conforme la cita se aproxima, la certidumbre de una victoria de la izquierda se debilita. El presidente saliente, Nicolas Sarkozy, tanto más temible cuanto que está contra las cuerdas, se le acerca a marchas forzadas: 28% a 26% es la exigua ventaja que el candidato socialista sacaría hoy a su rival en la primera vuelta. Todo está abierto. Todo puede pasar. Incluida una sorpresa por parte de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, que acreditada con un apoyo cercano al 20% podría repetir la hazaña de su padre, que en 2002 descabalgó al primer ministro socialista Lionel Jospin.

La crisis económica, que ha dado cuenta de numerosos gobiernos en Europa, ¿pondrá también fin a la presidencia de Sarkozy? ¿o por el contrario puede salvarle de una derrota cantada? A priori, el actual presidente francés, con una impopularidad crónica desde principios de 2008, parecería destinado a acabar como Valéry Giscard d’Estaing, lastrado por la crisis del petróleo y caído tras un único mandato. Sarkozy tiene además la rara condición de ser el único presidente saliente de la V República que acude a la reelección sin ser el favorito. Lo era Giscard en 1981, lo era Mitterrand en 1988, lo fue Jacques Chirac también en 2002... Pero el guión aún no está escrito. Y la crisis podría acabar siendo un revulsivo.

A juicio del politólogo Stéphane Rozès, presidente de la sociedad Consejos, Análisis y Perspectivas (CAP) y profesor en Sciences Po, si las distancias entre los dos principales aspirantes se estrechan se debe en parte a la crisis. “Hace unos meses, el divorcio entre Sarkozy y los franceses era muy importante. La crisis le permite construir una nueva relación con el país, asumiendo la postura del salvador. Francia camina al borde del precipicio y Sarkozy es el primero de la cordada”, explica gráficamente.

Una opinión con la que coincide otro Dominique Reynié, director de la Fundación para la Innovación Política, quien decía en las páginas de Le Parisien: “En Europa, elección tras elección, los poderes salientes son derrotados. Pero los franceses pueden juzgar también que el presidente tiene la experiencia de la crisis y optar por un voto de seguridad, a falta de un voto afectivo”.

Nicolas Sarkozy, que todavia no ha anunciado oficialmente su candidatura y exprime al máximo las ventajas del cargo, juega descaradamente esta carta. Valiéndose de su remarcable gestión de la crisis, el presidente francés se presenta como el hombre providencial, como la figura con la capacidad, experiencia y determinación necesarias para gobernar el buque en medio de la tempestad, frente a un aspiramte –Hollande– presentado como débil, incoherente e inexperto. En la recta final muestra un activismo desbordante, con proyectos de reforma –financiación de la protección social a través de los impuestos, tasa sobre las transacciones financieras...– que buscan subrayar la imagen de un hombre que además de hablar, actúa.

Atacado con furia y sin descanso por un plantel de segundas figuras del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el candidato socialista encaja la ofensiva con la serenidad de un combatiente de judo, por utilizar la comparación del veterano analista Alain Duhamel, esperando que su rival caiga por su propia fuerza. ¿Le bastará? Debilitado, a juicio de Rozès, por haber dado la impresión de dejarse “canibalizar” por su partido, Hollande se la juega con la presentación de su proyecto presidencial, programada para finales de este mes. “Algunos de sus colaboradores dicen que la impopularidad de Sarkozy es suficiente para la victoria. Se equivocan, Sería muy peligroso para Hollande esperar pasivamente”, opina.

Ni Hollande ni Sarkozy pueden dormirse en los laureles, pues acechan emboscados otros dos candidatos: Marine Le Pen (19% de intención de voto) y el centrista François Bayrou (12%). Especialmente peligrosa es –en este caso para Sarkozy– la líder del Frente Nacional, que en un año ha conseguido lavar la cara del partido y limarle las aristas más extremistas, combinando un discurso socialmenye próximo a la izquierda y políticamente nacionalista y antieuropeo. Hasta el punto de seducir a casi una tercera parte de la opinión pública (ver información adjunta). En estas circunstancias ¿puede Le Pen pasar a la segunda vuelta como hizo su padre en 2002? “Es totalmente posible”, opina Rozès.


Las ideas del FN atraen al 31% de los franceses

Poco a poco, las ideas del Frente Nacional han ido calando en la sociedad francesa. Un sondeo de TNS Sofres publicado ayer por Le Monde señala que el 31% de los franceses se identifica con las ideas del partido fundado por Le Pen, nueve puntos más que hace un año. Este espectacular aumento coincide con el mandato de Marine le Pen al frente del partido. Otra encuesta reciente, de Viavoice para Libération, constató que el 30% de los franceses no excluyen votar por la líder del FN.

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