sábado, 5 de mayo de 2012

A Sarkozy se le escapa el centro

La deserción de François Bayrou, un hombre de centroderecha de toda la vida, heredero de la UDF de Valéry Giscard d’Estaing, ministro bajo Jacques Chirac, ha causado estupefacción en las filas de la derecha francesa.
Hasta el último momento, Nicolas Sarkozy y los dirigentes de la UMP habían confiado en la neutralidad –al menos formal– del presidente del Movimiento Demócrata (MoDem) cara a la votación de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. ¿No lo había hecho así en 2007 pese a los cantos de sirena de Ségolène Royal, que le había llegado a ofrecer el puesto de primer ministro?

Hubo quien en el entorno del presidente francés creía incluso que, ante la gravedad de la crisis, Bayrou podía dar el paso de pedir el voto para Sarkozy. De ahí su incredulidad y frustración cuando el líder centrista –que en la primera vuelta cosechó el 9,1% de los votos– anunció su apoyo al candidato socialista, François Hollande. Una ruptura histórica.

El malestar, el desconcierto, eran ayer palpables en el campo de Sarkozy. Y la inquietud, creciente. Con todos los sondeos vaticinando su derrota –por entre cuatro y siete puntos de diferencia–, los 3,2 millones de votos obtenidos por Bayrou son capitales.

El presidente francés acusó al presidente del MoDem de “incoherente” y le reprochó haber “escarnecido” a sus electores. Algunos fueron más cautos, como el primer ministro François Fillon, que consideró el gesto “incomprensible”; otros más hirientes, como el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, quien lo atribuyó al “despecho”. Pero todos se mostraron desestabilizados. Tanto más cuanto que Bayrou justificó su decisión apelando a los principios republicanos y los valores morales, entre ellos los del propio gaullismo.

El acercamiento a las tesis de la extrema derecha por parte de Sarkozy en la campaña ha empezado ya a pasarle una elevada factura. Pero la cuenta final puede ser aún peor: una derrota amenaza con abrir una profunda brecha en el seno la derecha francesa.

El problema para Sarkozy y para la UMP es que Bayrou no está tan aislado como algunos portavoces de la mayoría pretenden. Varias figuras de su partido han expresado la misma posición, como el ex ministro Philippe Douste-Blazy o el eurodiputado Jean-Luc Bennhamias. Y algo parecido ha hecho desde otro ámbito –aunque sin llegar a pedir el voto para Hollande– el ex primer ministro Dominique de Villepin. La cuestión no es tanto hasta qué punto estos posicionamientos pueden influir en el voto centrista como si no son justamente un reflejo de una corriente de opinión en la base de su electorado.

Sarkozy, que ayer cerró su campaña en Sables d’Olone (Vendée), se encastilló en su posición y endureció aún más si cabe su discurso, en el que se presentó como víctima de una campaña urdida por las “élites” y el mundo “político-mediático”. El presidente denunció las “injurias”, “calumnias” y el “torrente de ultrajes” que han lanzado sobre él sus adversarios políticos, a quienes acusó de “racismo e intolerancia” por criticar su acercamiento a los votantes de Marine Le Pen. Sarkozy se autoerigió en portavoz de la “mayoría silenciosa” y de las clases populares –“El pueblo de Francia nunca se ha sentido tan injuriado, acorralado, manipulado”, dijo–, y haciendo un encendido llamamiento a la movilización, vaticinó que la victoria o la derrota se jugará mañana “en el filo de la navaja”.

Varios son, en efecto, los analistas que prevén un resultado muy ajustado en la votación de mañana, más de lo que en cualquier caso aventuran las encuestas. Pese a un cierto acortamiento de las distancias, los sondeos siguen coincidiendo en vaticinar –como desde hace meses– una victoria neta de François Hollande, que sacaría a Sarkozy entre cuatro y siete puntos –de 52%-53% a 46,5%-48%–, lo que representaría una diferencia de entre 1,4 y 2,5 millones de votos si acudiera a las urnas el mismo número de electores que en la primera vuelta. Sería como repetir, a la inversa, el resultado de 2007, cuando al presidente actual se impuso 53,1% a 46,9% a Royal.

El discurso de François Hollande, que hizo ayer dos mítines en Hombourg-Haut (Mosela) –un feudo del Frente Nacional, donde Marine Le Pen obtuvo el 30% de los votos– y Périgueux (Périgord), fue radicalmente diferente al de Sarkozy. El candidato socialista, que llamó a sus partidarios a ofrecerle una victoria clara y “legitimadora”, prometió “unidad” y “reconciliación”.

Hollande viajó anoche ya a su feudo electoral de Tulle, en Corrèze, donde piensa pasar todo el fin de semana junto a su compañera sentimental, Valérie Trierweiler. Allí votará y esperará los resultados. Y, si gana, celebrará la victoria cenando con los suyos en una popular brasería. Sarkozy piensa pasar el sábado con su mujer, Carla Bruni, y su hija Giulia.


CONVERSACIÓN con Dominique Reynié, politólogo, director de Fondapol

Hollande ganará por el voto centrista”

La apuesta –arriesgada– de Nicolas Sarkozy de lanzarse hacia la extrema derecha para captar los votos del Frente Nacional (FN) puede ser la que acabe costándole la presidencia. Así piensa Dominique Reynié, profesor de Sciences Po y director de la Fundación para la Innovación Política (Fondapol) –un think tank próximo a la derecha–, quien siempre ha sostenido y sigue sosteniendo que “una elección se gana en el centro”. Justo todo lo contrario de lo que piensa el consejero que más influencia ha demostrado tener sobre el presidente francés, Patrick Buisson, un hombre procedente de la ultraderecha, para quien las eleccione se ganan justamente en la derecha.

Reynié piensa, por el contrario, que Sarkozy hubiera hecho mejor apostándolo todo a la carta de la crisis y haciendo valer su estatura de hombre de Estado. Al apostar, en cambio, por los temas de la ultraderecha –inmigración, islam, identidad nacional, fronteras– y endurecer su discurso, ha reforzado indirectamente al “campeón” en la materia: el FN.

“Una vez pasada la primera vuelta y con el 18% de los votos de Le Pen no tenía otro remedio que buscar recuperarlos, si no se acabó para él, pero la cuestión es si tenía que hacerlo antes...”, reflexionaba el jueves con un grupo de periodistas extranjeros.

“Más ha girado Sarkozy a la derecha, más ha colocado a François Hollande en el centro”, constata Reynié, quien subraya que eso ha sido favorecido además por la personalidad política “moderada” del candidato socialista. Éste habría captado ya una parte de votos centristas en la primera vuelta, en la que el líder del Movimiento Demócrata, François Bayrou, perdió una parte considerable de sus apoyos en 2007. Reynié calcula que hasta un 30% de los votos de Bayrou en la primera vuelta podrían ir a parar mañana a François Hollande, haciendo decantar la balanza en su favor. “La elección se gana en el centro. Por eso Hollande va a ganar, porque está en el centro”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario